domingo, 18 de agosto de 2013
sábado, 17 de agosto de 2013
Y así, pensando en la nada, de pronto me di cuenta de un
miedo nuevo en el inventario. Uno que superaba con creces a todos los demás y
se había instalado en mi corazón mientras abría las ventanas aquella noche con
sabor a mar;Tengo
miedo de ti y tu capacidad de destrozarme, tengo miedo de mí y el deseo que me
envuelve... porque ahora eres mi muerte, y te deseo y te temo con la misma intensidad.
Puedo
sentir tus uñas haciendo caminos de sangre en mi piel, puedo saborear el veneno de tus labios y verte
atravesando mi corazón mientras sonríes sin consideración. Te veo haciendo
estallar mi cabeza con los ecos añejos de esas palabras insulsas, halándome a
la locura una vez más, empujándome al abismo sin piedad.
En un
solo movimiento podrías arrebatarme tan exquisitamente las ansias de vida y
darme a la vez ganas de más.
Eres mi paradoja más preciada. Mi miedo más profundo.
jueves, 15 de agosto de 2013
Hoy
volví a preguntarme por qué no me mataste...
No sé
bien cuánto tiempo más podré seguir siendo este títere vacío. El frio comienza
a crecerme bajo la piel y las mariposas ya no están conmigo, todas huyen. Yo
las insto. Si pudiera también me dejaría
atrás; a mí y todas las esperanzas vanas, a mí y todas las ruinas de ilusión, a
mí y a todo este amor que es tuyo...
Que ya no quieres.
Tengo
las ansias perversas de volver a tus labios, no porque espere aún tu deseo, sino
porque sé que el roce efímero de tus manos y el espacio absoluto que le
seguiría, es lo único lo suficientemente fuerte para empujarme de nuevo al abismo
Y esta vez acabar conmigo.
miércoles, 14 de agosto de 2013
Tengo
la atmósfera de pasado penetrándome la piel, la vida se me sale por los ojos y
la muerte se me mete por los poros. La emoción de ayer parece hoy más viva que
nunca. El reflejo desteñido del espejo se
ríe y llora al mismo tiempo “soy tu” grita sin mover los labios. Y lo sé...
está ahí, siempre ha estado... contenido bajo la normalidad de esta piel
muerta, justo detrás del iris mentiroso, aguardando su momento de entrar en
escena, de volver a ser.
domingo, 4 de agosto de 2013
IV
- - Lo siento Alfredo, no creo que sea buena idea
- -Por favor, en realidad no te lo pediría si no lo
necesitara
Ana, que escuchaba toda la conversación a un lado de Andrea,
le arrebató el teléfono de las manos y se dirigió a Alfredo
-
- Escúchame bien Alfredo. No tienes ningún derecho
a hablarle a Andrea para pedirle nada. La dejaste sola y no te has preocupado
de ella en semanas a pesar de que sabes lo sola que está aquí ¿quién te crees
que eres para venir ahora a pedirle favores?
Ni siquiera le preguntaste como estaba eres un…
- - ¿Qué… quién eres? Este tema no es de tu
incumbencia. Pásame con Andrea
- -Claro que es de mi incumbencia Andrea es mi
amiga y soy yo la que la ha visto sufrir, tú no has asomado ni la nariz para
saber cómo estaba, si podías ayudarla en algo, eres un cabrón Alfredo
Andrea estaba estupefacta, no sabía qué hacer. Nunca se
imaginó una reacción así de Ana y menos aún contra Alfredo. La escena la
perturbaba; su amiga peleando con el hombre que ella amaba y por su causa ¿Qué hacer?
Sentía que debía parar eso pero al mismo tiempo tenía una sensación especial,
de sentirse protegida. Ana solo quería cuidarla.
-
-An, déjalo –pidió Andrea con suavidad.
- - Pero Andrea
- - Yo hablaré con él
Ana pasó el teléfono de mala gana y se quedó mirando
profunda y enfadadamente a Andrea, atenta a la continuación de la conversación
- - Alfredo, lo siento no quiero ir a la tienda
- - ¿Estás bien Andrea? ¿Quién era ella?
- - Es Ana, mi amiga de la universidad
- - ¿tú crees todo lo que ella me dijo?
- - Alfredo, espero que logres solucionar tu
problema en la tienda. Pero de verdad no creo que sea una buena idea que yo vaya
- - Me odias ¿no es cierto?
- - No te odio Alfredo. Suerte con lo de la tienda
- - ¡Andrea! Espera ¿podemos hablar?
- -Ya me debo ir. Adiós.
La proposición de Alfredo revolvió todos los pensamientos de
Andrea ¿quería verlo? Ana la miraba furiosa
- - No puedo creer que seas tan suave con ese
imbécil
- - Es él el que no me ama Andrea, yo lo amo aunque
no quiera y no puedo tratarlo mal.
- - No tienes respeto por ti misma, por tu dolor. Todo
lo que te hizo
- - No quiero hablar de eso Ana. Me voy a bañar.
En realidad Andrea solo quería salir de esa situación. No
quería pensar. ¿Qué fue todo lo que le hizo Alfredo en realidad? No era su
culpa no amarla. Quizás solo si… solo si no la hubiese dejado tan sola aquí…
sábado, 3 de agosto de 2013
Te presiento.
Cerca. A punto de llegar, a tres instantes de
rodearme y no dejarme escapar.
Siento de a poco como llegas a mí y penetras lentamente como
el frío matinal.
No quiero mirarte, no
quiero aceptar que has vuelto.
Estoy cansada.
Vuelves... siempre vuelves.
Por más paredes que
construya, por más esfuerzos que haga, siempre llegas aquí,
a acariciarme el pelo y casi cantando recordármelo:
Se ha acabado.
Estoy en la
micro, de pie, dando la espalda a todos, pegada al vidrio intentando dilucidar
la delgada y difusa línea que separa el smog del celeste del cielo. Veo un
chico andando en bicicleta. Me distraigo, quisiera andar en bicicleta, quisiera
saber hacerlo, quisiera… quisiera que no hubiese esmog y el celeste del cielo
durara para siempre. Me pregunto ¿yo respiro de esa nube café grisácea? La respuesta
no me gusta. Vuelvo a ver al chico de la bici, veo un letrero de una construcción
mal ubicado, me pregunto quién dio la orden de ponerlo ahí ¿desde que
perspectiva tomó esa mala decisión?
De pronto un
olor nauseabundo me alcanza, la fetidez es horrible, mis ojos comienzan a
lagrimear ¿Qué es? Intento dilucidar qué
cosa que esté dentro de una micro puede oler tan mal ¿pescado descompuesto? Es asqueroso, dejo de mirar por la ventana
comienzo a mirar a mi alrededor ¿de dónde viene ese olor? Las personas que
tengo cerca también lo sienten, no se preocupan en disimular el desagrado que
les provoca, veo las caras de asco de todos, las expresiones de horror,
permanezco neutra ¿Qué es ese olor? De pronto una señora que va sentada le
comenta a su amiga “que asqueroso” mientras mira fijo en una dirección; a mis
espaldas. No podía ser de otro modo, todos saben lo que es menos yo.
No quiero ser
evidente, no quiero darme vueltas apresuradamente y ver algo terrible ¿Qué puede oler tan mal dentro de una micro?
La micro para, la gente se mueve y el origen del olor se desplaza hasta la
puerta: un vagabundo. Lo miro; tímido,
asustado, destrozado. De inmediato se me rompe el corazón; recuerdo las caras
de asco que vi hace unos segundos, recuerdo los comentarios despiadados y de
pronto entiendo que todo lo que yo viví lo vivía él también. Que vio esos
rostros, que escuchó esas palabras, que siente el rechazo, que no quiere estar
ahí. Lo siento, lo siento tanto. Veo sus zapatos rotos, su ropa sucia, su
mirada triste y quisiera disculparme con él, quisiera decirle que lamento todo,
que me perdone, que nos perdone. Pienso un momento como habrá llegado a ese
momento, dónde está su familia, dónde está su vida, qué fue de sus sueños. El
hombre baja la mirada, sabe demasiado bien lo que provoca, no quiere más caras
de asco en sus pupilas, toca el timbre, baja lento y no mira atrás ¿por qué
habría de hacerlo? Se pierde en el horizonte mientras la micro se aleja,
escucho los comentarios de las personas; ¿lo viste? ¡Qué asco! ¡Abran las
ventanas! Que se vaya el olor, que se borre la imagen, que no quede recuerdo… acaba
de acabar algo que nunca sucedió
Llega mi
parada, me bajo de la micro presintiendo con tristeza que acabo de ver la
indolencia de las personas con las que comparto mundo.
jueves, 1 de agosto de 2013
III
Cuando Andrea
despertó por la mañana se sintió avergonzada. Nunca hubiese querido que alguien
la viera así, nunca hubiese esperado mostrarse tan vulnerable ante alguien más
que Alfredo. Rememoraba la escena y automáticamente se tapaba con las frazadas ¿cómo no pude controlarme? ¿Cómo olvidé que
ella estaba aquí?
Andrea fue
siempre una persona frágil, acostumbraba a llorar a escondidas por las noches,
a ahogar sus sollozos entre los cojines y a excusarse torpemente por sus ojos
hinchados y su voz quebradiza. Sí, era muy frágil pero no dejaba que nadie lo
supiera, no quería mostrarse así y sentir el rechazo de los demás, no quería
pensar “ellos saben cómo sufro y aun así no están aquí cuando los necesito”.
Ocultarse era una forma de disculpar las ausencias que marcaron su vida. No era
culpa de ellos no estar ahí; ellos no sabían.
-Sé fuerte Andrea- le decía- sé
fuerte.
Andrea contuvo
sus ganas de estallar en llanto y Ana rodeó su cintura suavemente mientras se
acomodaba en la cama. “Sé fuerte” repitió una vez más antes de quedarse dormida
abrazándola.
Se sentía tan
bien, era tan cálido… dormir con Ana abrazada daba la sensación de que el mundo
iba bien, que no había que temer. Andrea se durmió con lágrimas corriendo por
sus mejillas. No quería que el mundo siguiera, no quería que esa seguridad
acabara…
Horas más
tarde un celular las despertó. Era Alfredo, había tenido problemas con un
proveedor de la tienda y necesitaba que Andrea le ayudara con las cosas. Ella
sabía como funcionaba todo, cuando estaba con Alfredo pasaban tardes enteras
allí y aprendió rápidamente el manejo del lugar
- Está todo de locos aquí. Estoy a punto de
colapsar Andrea
- Lo siento
- Lo peor es que tengo que solucionar lo de los
proveedores en persona… por eso quería saber si podías venir y ayudarme un poco
aquí…
domingo, 28 de julio de 2013
Cartas
Me detengo. El
viento mueve suavemente mi cortina y me hace recordar veranos ancestrales dónde
ese movimiento a veces tenue, a veces compulsivo se convertía en un hipnótico
placer para mis ojos de niño. Hoy el día es gris, pero estoy tranquilo.
Quisiera dormir en tu regazo, mientras escucho el mar.
He superado ya
las agónicas noches en que despertaba buscándote con desesperación en mi cama,
he superado los llantos a gritos, las noches de copas intentando olvidarte, e
incluso he sobrevivido a esos días mortíferos en que no existía nada más
seductor que una bala en la cien. Pero a
este vacío de vida, a esta ausencia doliente de ti… no sé si lo consiga.
¿Recuerdas
cuando me pedías ir a la playa por unos días? Pedías tan poco pequeña y sin embargo nunca cumplí y hoy me arrepiento
de haberte dejado para después, me arrepiento de haberte besado menos que todo
lo que mis labios demandaban de haberte dejado sola tantas noches en invierno
¿podrás algún día perdonarme? Yo no sé si podré perdonarme a mí.
El sol ha
resultado esquivo todos los días de mi estancia, siento que el cielo está
triste conmigo por tu partir. Quisiera dormir ahora y despertar entre tus
brazos, ver tus ojos de menta y besarte hasta que prometas nunca hacerme esto,
nunca irte. No me importa que no sepas qué es el amor ¿quién lo sabe? Quédate, descúbrelo
conmigo… quédate amor y abrázame no dejes que las pesadillas vengan por mí, no
dejes que me convierta en el triste noctambulo que presiento, no dejes que vaya
a cumplir sueños sin ti, porque este vacío es agobiante, porque este amor
solitario me pesa, porque este corazón herido necesita de tus besos para sobrevivir.
Escríbeme,
solo escríbeme, dame la esperanza que necesito para seguir levantándome cada mañana.
Te esperare amor o viajaré contigo, estaré ahí dónde tú quieras a la hora que
haga falta, pero ven amor, vuelve conmigo.
miércoles, 24 de julio de 2013
II
¿Cuántos
siglos habían pasado desde entonces? No estaba segura. A penas recordaba lo que
era sonreír, intuía vagamente que hubo tiempos mejores pero la actualidad se
presentaba irremediablemente vacía y parecía que la vida hubiese sido siempre
así. Andrea se acostumbraba muy rápido a la tristeza.
En realidad
solo había pasado una semana desde el quiebre con Alfredo, pero la profundidad
de su dolor era tal que sobrevivir a la agonía de un día se sentía como cargar
con un año de amargura. Claro, nadie más lo sabía. La amistad que Alfredo había
ofrecido se diluyó paulatinamente quedando solo vagas palabras un par de veces
a la semana. Nunca quiso saber mucho de ella, pero debía mostrar interés para
reducir la culpa de haberle roto el corazón. Alfredo estaba demasiado ocupado
con sus problemas y las cosas de la nueva tienda, no había espacio para
escuchar las tristezas de una niña.
Para la
segunda semana la situación se hizo insoportable; Andrea dejó de comer y de salir, no se
levantaba de la cama, no hacía nada más que llorar y dormir. Su cuerpo se fue
debilitando de a poco; estaba pálida y fría todo el día, en la noche llegaba la
fiebre y pensamientos delirantes comenzaban a asediarla; escuchaba voces que le
decían que era mala, que nadie la quería, que no merecía nada. Otras veces
escuchaba pasos como los de Alfredo u olores que le recordaban a él, así en
medio de la fiebre comenzaba a repetir su nombre como buscándolo, pero nunca lo
encontró. En medio de la noche despertaba preguntando en medio de lágrimas ¿por
qué? ¿Por qué me hiciste eso? ¿Por qué no me mataste? La muerte, entre todo su
tormento, aparecía entonces como una solución que se llevaría consigo el
agónico pasar de los últimos días
El día
miércoles alguien tocó su puerta, con algo de esfuerzo se levantó para abrir. La
figura que reflejaba el espejo de la entrada parecía no corresponder con como
ella se recordaba, se dio cuenta de lo
pequeños que estaban sus ojos y abrió la puerta con la extrañeza de no
reconocerse. En el umbral estaba Ana,
con las manos cargadas de bolsas de súper mercado y dejando en claro que le
debía un gran favor:
-
¡Me debes una grande Andrea!
-
¿Qué pasó?
-
¿Qué pasó? ¡Mírate! Has faltado una semana a
clases y parece que esta semana tampoco tienes pensado ir
-
No…
-
Pues yo he decidido que al menos debes comer –dijo
levantando las bolsas.
-
Estoy comiendo
-
Claro que no, mírate.
-
Tengo los ojos pequeños… no me quiero ver
-
Me he ido de la casa.
-
¿Por qué?
-
No les ha parecido bien que esté embarazada
-
¿¡Estás embarazada?!
-
Tres meses
-
¿y Rodrigo?
-
No sé de él desde el Sábado
-
¿va a saber?
-
No lo sé
-
¿Helado de chocolate y una película para llorar?
-
Por favor
Andrea conocía a Ana desde hace poco. Tuvieron un semestre intenso
trabajando juntas en casi todos sus ramos y se hicieron buenas compañeras. Era
una buena persona pero algo egocéntrica, por algún motivo estaba convencida de
que todo en la vida tenía que ver con ella; para bien y para mal. Cuando Andrea
desapareció de clases se creó la insensata idea de que no la quería ver más y
por eso no iba. La llamó una noche preguntando por que ya no quería ser su
amiga, ahí se enteró del quiebre con Alfredo. Comprendía muy bien ese dolor:
quién ella creía era el amor de su vida se fue de viaje a Brasil por dos
semanas… y habiendo pasado más de un mes no parecía querer volver, Ana intuía
que no lo volvería a ver.
Ana Luz era fuerte, tenía todo lo que a Andrea le faltaba;
personalidad, fortaleza, extroversión. Quizás por eso cuando estaban juntas
Andrea intentaba ser fuerte, no quería que la viera llorar, no quería que la
viera triste, como siempre no quería que nadie viera sus tormentos, porque el único
que los conoció salió huyendo.
Comieron helado, vieron una película y pidieron una pizza. No querían
hablar, las dos estaban sufriendo, las dos estaban solas en esa ciudad tan
vacía, sabían que nada las haría sentirse mejor, sentían lo extraño que era
seguir vivas con el corazón roto. No eran las mejores amigas, pero ahora la
vida las unía en el dolor y la compañía en los momentos difíciles es siempre un
bien preciado. Andrea estaba enferma, no es buena idea comer tanto después de
tantos días sin probar bocado, Ana la acostó en su cama y le hizo un té de
hierbas, luego se fue a dormir al sofá.

-
¡Andrea! Andrea no pasa nada, estoy aquí, mírame…
-
No quiero más
-
¿Qué no quieres más?
-
No quiero más –repetía extenuada.
-
Andrea estoy aquí, calma, todo va a pasar.
La presencia de Ana calmó un poco a Andrea que aún estaba confundida,
no sabía si soñaba. Ana puso su cabeza en su regazo y comenzó a cantarle una
canción. Andrea se durmió llorando.
domingo, 21 de julio de 2013
I
Debía
decírselo mirándolo a los ojos. No podía ser de otra manera ¿qué se creía ese
hijo de puta? ¿Quién era él para venir a romperle el corazón a ella? A ella que
todo lo dio por él, que pasó días en el hospital acompañándolo cuando tuvo
peritonitis, que escondió sus mil tormentos para no preocuparlo, que le
recordaba cuando debía pagar las cuentas, que lo animaba cuando el mundo se le
hacía demasiado pesado, ella que le construía pequeños oasis para estar en paz
¿quién se creía para hacerle eso? A ella que se hizo mujer con él… ¡Ah! Pero se
lo iba a decir, le iba a decir a la cara lo poco hombre y cabrón que había sido
inventándole todos esos cuentos de hadas, todas esas palabras bonitas que una a
una sus acciones fueron derribando.
Andrea caminó
hasta el metro con decisión, se subió a su vagón atormentada, se bajó en la
estación temblorosa y se paró en la puerta del negocio de Alfredo agónica ¿cómo
pudo? Recién entonces comprendió lo que había sucedido; la habían
dejado. Ya no vería más a Alfredo al despertar por las mañanas, ya no habría
más peleas por la ducha, ya no tendría que escuchar sus sugerencias dietéticas,
nunca más haría el amor con ese hombre… ¡oh por dios! ¡Nunca más! Pero claro,
si él nunca hizo el amor… todo fue una ilusión, un cuento muy bien contado.
Nunca se lo
dijo, pero Andrea estaba segura que
Alfredo era el amor de su vida. Él no era muy romántico… sabía que nunca
tocaría a su puerta con maravillas y chocolates –aunque le gustaba fantasear
que si- sabía que no la invitaría al cine a ver una película romántica, ni
siquiera a una cena a la luz de las velas… ella sabía que Alfredo no tenía nada
del príncipe azul pero por algún motivo que escapaba de su control lo amaba. Y
no le dijo que era el hombre de su vida para no quedar aún más vulnerable ante
un hombre tan lejano a lo que ella veía del amor.
Sentada en
el muelle observando las olas recibió un mensaje de Alfredo;
“Te quiero, seamos amigos”.
Lo que más le dolía a Andrea era la tibieza de
sus palabras; no zanjaba nada, no era capaz de decir que no la amaba aunque así
fuera y eso hacía que su corazón mantuviera las esperanzas aunque su mente
supiera que ya no era correspondida. Pensó en lanzarse al mar, pensó en volver
a la tienda y gritarle a Alfredo lo hijo de puta que era, pensó incluso en
tragarse su lágrimas y conformarse con ser la amiga de quien hasta hace unos días
era su novio ¿qué sería más doloroso; perder a quien se ama o tenerlo cerca sin
poder tocarlo? Debía descubrirlo.
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T odo el universo convive en mi interior. Todo. Silencio Se oye el pulso del mundo como nunca pálido la tierra va a dar a luz un árbol. To...