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jueves, 8 de enero de 2015

Proyecciones


Voy en la micro camino al trabajo, con el sol en los ojos y el miedo en las manos. No quiero estar aquí… ni allá, ni en ningún lugar de este mundo, eso ya desde hace mucho tiempo. Hoy es lunes y la existencia me abruma; tengo miedo de seguir respirando el mismo aire sucio de todos los días, seguir viviendo así como una muerta conteniendo los gritos de terror. Voy sentada en la micro intentando contener el miedo, respirando profundo, pensando que no hay motivo para temer, mirando por la ventana, respirando profundo otra vez… Entonces un hombre se sienta a mi lado, lo miro de reojo solo para asegurarme que es un desconocido; es grande y macizo, lleva el pelo despeinado y la camisa desabrochada. No me interesa mucho y  vuelvo a la ventana; ¡que bellos son los árboles! que quieta e insípida su vida… soy un árbol cuyas raíces le permiten moverse hasta el trabajo, pero no hasta sus sueños…  
Pienso en la vida, en lo que quiero, en lo que soy… entonces, el brazo izquierdo del hombre a mi lado comienza a rozar mi brazo derecho. Lo detesto. Muevo sutilmente mi brazo, apego mi cuerpo al lado de la ventana y me refugio en el impermanente paisaje, solo para percibir con un desagradable escalofrío que el hombre vuelve a rozar su brazo contra el mío. Nunca me ha gustado el contacto físico, aunque sea mínimo, sin mala voluntad siempre intento sutilmente apartarme del toque ajeno. Con un poco de molestia vuelvo a moverme para alejarme de él, me apego aún más a la ventana y veo a un niño caer en bicicleta y a un perro que lo observaba sobresaltarse por lo sucedido yo sonrío al pensar que el perro ve al niño y yo veo al perro y alguien me ve a mí. En medio de ese pensamiento siento nuevamente el toque de ese hombre en mi brazo; vuelvo a sentir que un desagradable rayo recorre mi cuerpo y me muevo aún más apegándome a la ventana, entonces el hombre enfurecido comienza a gritarme:

-          ¿Te crees mejor que yo solo porque eres bonita? ¿Tanto asco te da tocarme? Estoy seguro que cuando estás con él dejas que te toquetee entera, entonces si te gusta ¿no? ¡Maldita prostituta! –terminó gritando-.

El mundo ha dado un giro y yo estoy en shock; no comprendo bien si me está hablando a mi o no. Todos en la micro voltean convencidos de que he de conocer a ese hombre, pero en un rápido repaso a mi memoria obtengo la convicción de que es la primera vez que le veo.

-           ¿Qué le pasa? -Le pregunto convencida de que el hombre lleva un problema de reconocimiento facial o control de impulsos- Creo que me está confundiendo.
-          ¿Qué me pasa? ¿Me preguntas qué me pasa? ¡Te he visto con él! Te vi, vi como lo abrazabas, como se besaban, como entraba a tu casa y se perdía contigo allí dentro. ¡Sé lo que haces Alejandra! ¡No intentes engañarme!

Miré al sujeto francamente asustada por su amenazante tono de voz, me aseguré bien de no llamarme Alejandra, de no conocerlo… no sé  qué le sucede pero estoy segura de que no tiene que ver conmigo.

-          Señor, yo no me llamo Alejandra –digo con un tono de voz de absoluta sumisión-.
-          ¡Cállate! –dice mientras se levanta del asiento solo para gritarme mejor- ¿Crees que tienes derecho a decirme algo? No mereces el aire que respiras, no mereces todo este tiempo junto a mi

              El sujeto se abalanzó entonces contra mí para golpearme y yo protegí mi cabeza con mis brazos. Escuché como las persona en la micro comenzaban a gritarle al sujeto y al no sentir ningún golpe me descubrí el rostro, vi que el hombre tras nosotros lo había detenido justo antes de que me pegara. Entonces todos en la micro se hicieron parte de la historia; unos me defendían a mí, decían que me dejara tranquila, que soy una mujer, que no debía pegarme. Otros me gritaban perra y decían que lo merecía por haberlo engañado ¡pero yo nunca lo había visto en mi vida! Los hombres comenzaron a hablar, quien le prohibió pegarme intentaba razonar con él mientras yo permanecía impávida

-          No hagas esto amigo, está mal y lo sabes
-          ¡Ella me engañó! ¡Dijo que me quería!
-          Yo no soy quien tú piensas! –gritaba yo entre medio- ¡me estás confundiendo!
-          ¡Claro que no eres quien pienso! Me has engañado todo este tiempo –contestaba al borde del llanto-.
-          Ey! Amigo, dejala, ella no vale la pena… vamos -decía el hombre intentando alejarlo de mi-.

Por algún motivo, escucharle decir a ese desconocido que yo no valgo la pena, me llegó muy profundo, mucho. ¿Yo no valgo la pena? ¿Quién era él para decir eso? Todo era absurdo de pronto. Yo estaba bien hundiéndome lentamente en la ciénaga de mi tristeza y de pronto me llamo Alejandra, no valgo la pena y he engañado a este hombre con un amante, posiblemente mucho mejor que él. Quería volver a mi calmada tristeza, quería volver a tener miedo de la existencia y angustia por mi vida… ¿Quería? ¿Quería eso?

 De pronto yo no era yo, era Alejandra… y me acababan de decir que no valgo la pena…

-          ¿Quién te crees que eres? Claro que valgo la pena –grité enfurecida- No me vas a tratar mal a mi solo para consolar a este tipo
-          ¿Tipo? ¿Ahora soy un tipo? Ayer era tu esposo
-          Ayer querido, ayer. Ayer cuando tenías vida corriéndote en las venas, cuando tenías sueños que cumplir, cuando tenías alas y me prometías otros mundos. Mírate ahora, gris y lúgubre...
-          Es el trabajo que me tiene así… lo sabes… cariño ven…

Algo pasó entonces, yo contesté como una tal Alejandra y él en medio de la tristeza quiso que
Alejandra volviera y todos en la micro comenzaron a gritar sus opiniones al respecto. Que me perdonara, que me olvidara, que merecía algo mejor, que nos diéramos un beso y nos callaramos… Todo era absurdo y aún así seguí respondiendo

-          Yo también trabajo, pero eso no me impide amar José
-          Yo no me llamó José -dijo sorprendido y con una expresión aterrada-.
-          Ni yo Alejandra -respondí calmada-.

Toda la micro quedó en silencio. El hombre totalmente estupefacto me miró y se disculpó conmigo; “disculpe señorita, la he confundido”. Llegó mi parada, toqué el timbre y bajé. No sé que acaba de pasar aquí, quizás solo es una muestra de que el mundo es absurdo. Ahora camino a mi trabajo y pienso en ese hombre extraño, en esas personas que se metieron, en toda esa historia de ficción, pienso en todo y me rio sola… y pienso que el mundo es absurdo, demasiado absurdo como para tomarlo en serio, demasiado absurdo como para sufrir por él. 

miércoles, 19 de noviembre de 2014

The Way HomeNo entendía bien que sucedía, pero su percepción estaba de alguna forma perturbada; veía los árboles quedar atrás dejando una estela en el camino, a pesar de que iban a toda velocidad, parecía que éstos demoraban su paso y todo el mundo iba más lento. Las montañas que se veían por la ventana no parecían acercarse ni un milímetro y los pájaros que sobrevolaban el camino de pronto parecieron detenerse en medio del cielo.

Todo parecía ir en cámara lenta pero nadie más que Ania lo notaba. Alguna vez escuchó en televisión que los segundos antes de morir las personas percibían todo más lento y de una forma más precisa, como si se observara por primera vez en una especie de despedida de este mundo. Ania pensó que lo que vivía era aterradoramente similar a lo descrito en la T.V. Y comenzó a plantearse seriamente la posibilidad de morir en el transcurso de aquel viaje. Su primera reacción fue de pánico, a pesar de que ninguno de los presentes en ese automóvil se percató del miedo que invadió a la muchacha, éste fue sin duda él más intenso sentido en sus 20 años.

Ania fijó la vista en un monte lejano e intentó en vano desaparecer el “irracional” miedo que de ella se apoderaba. Pasaron segundos que se sintieron como horas y de pronto una pregunta insensata rompió el pánico que la muchacha sentía ¿Qué tiene de malo morir? Un torbellino de respuestas preinstaladas en su cabeza por familiares y amigos intentaron contestar la pregunta, pero ninguna de una forma convincente, y fue precisamente la ausencia de esa respuesta la que eliminó por completo el miedo que tenía.

¿Qué tiene de malo morir?





Con los pensamientos algo más calmados, y sin una respuesta para tal interrogante Ania se planteó su posible muerte como una alternativa más que probable dadas las extrañísimas circunstancias que vivía ¿Qué pasaría si yo muriera? –se preguntó- y al instante vinieron a su cabeza una serie de imágenes; sus padres llorando, pero aliviados de la deuda que significaba su educación. Sus amigos reunidos, pero olvidando paulatinamente que Ania alguna vez existió. Su novio triste… pero recuperándose y volviendo a enamorarse. La vida sigue si ella fallece y es este descubrimiento el que entrega a la muchacha un valor sorprendente.

Ya no teme a la muerte,
                                      la busca,
                                                     la ansia,
                                                                     la desea…


Pasan tres segundos, y el mundo se detiene. Las nubes que desde hace un tiempo cubrían el cielo comienzan a dejar caer el agua sobre el camino, la primera gota de lluvia se desprende de su nube al tiempo que Ania se percata de no sentir ningún miedo a la muerte. La pequeña gotita comienza el descenso y la muchacha ve como todo va tan lento que parece que el movimiento no existe. La primera gota de lluvia toma velocidad y Ania acepta que morirá… la lluvia toca el suelo y el automóvil rojo choca con un camión que venía en dirección contraria fuera de control. 

Sin que queden sobrevivientes la lluvia comienza en su máximo esplendor.


miércoles, 24 de septiembre de 2014

Susana

     Reviven en mí los atávicos deseos de dar muerte a todo ser estúpido e inocuo que roza siquiera el aire que respiro. La necesidad imperante de exterminar de todo sitio a aquellos seres que usurpan el lugar que unas flores ocuparían de forma mucho más útil y grácil.  Me detengo un segundo a pensar en la forma en que estos seres -si es que pudiesen merecer tal consideración- deberían alcanzar la muerte y no logro llegar a una conclusión que me parezca lo suficientemente satisfactoria, pues su bajeza y nulidad impide que un ser más elevado y erudito se rebaje siquiera a hacer el esfuerzo de liberar la sangre que corre por sus venas o a tomar en sí aunque sea una liviana parte de su peso inmundo. 

    Enciendo un cigarro mientras miro por el balcón y contemplo con desprecio aquellos muñecos que torpemente se mueven por las aceras aún húmedas... Entonces, veo su figura pálida cruzar por la plazoleta que está a mis pies, sus ojos se acercan a mi lentamente; sus ojos, sus ojos y nada más ¡solo eso existe! Si hace un segundo pensaba en como la miseria humana que me rodeaba merecía la aniquilación, ahora todas esas arpías conspiradoras y sucias me parecen un poco más tolerables por la sola presencia de esos ojos de mar profundo mirándome. 
   Entonces ella, pequeña y frágil doncella levanta su mano izquierda con lentitud parsimoniosa y forma con su tierna mano la figura de una pistola con la que me apunta directo al corazón. 
    ¡Oh el mundo! ¡Oh mi vida! como es frágil el sentir de un hombre al encontrarse -aun imaginariamente- en esa situación. "P-i-u-m" dice lentamente la muchacha con gesticulación exagerada mientras su mano pistolera me apunta con firmeza. Entonces lo sé; me ha dado. Yazco imaginariamente muerto en mi balcón, ella lo hizo, ella me mató y por una razón que desconozco quisiera correr a sus brazos y estrecharla contra mí, quisiera llorar mientras la abrazo y finjo que no existe un mundo fuera de ella y de mí. Instintivamente me muevo en dirección a la puerta cuando escucho el estruendoso sonido de un golpe seco, frenos tardíos y huesos quebrándose contra el pavimento. Son sus huesos y lo sé aún antes de ser consciente de ello; es su delicado brazo el que se  ha quebrado, es su sutil cuerpo el que ha recibido el golpe de aquella máquina de metal, es su grácil alma la que me ha abandonado antes de permitirme siquiera saber su nombre. No quiero abrir los ojos, no quiero constatar lo que mi mente ya sabe. 
       La multitud; esos sucios seres llenos de corrupción y engaño osan acercarse al cuerpo ahora inerte de mi pequeña Susana. Susana, sí. Así la he llamado, con ese nombre quedará en mí.
      Persisto inmóvil en lo que no han sido más que segundos y me niego aún a abrir los ojos como si ese gesto infantil mantuviese a la realidad lejos de mí, pero escucho a ese gentío y su sorpresa volverse un tumulto bullicioso bajo mi balcón y de eso no puedo escapar. ¡Oh! ¡Susana! cuanto ansié rodearte con mis brazos y llorar sobre tu pelo lacio las penas de las que tú me librabas ¡cómo fueron dulces los segundos previos a éste, tu fatal destino!. Abro los ojos con lentitud abrumadora y sigo el impulso antes coartado por el estrepitoso sonido de la muerte, el movimiento de mi cuerpo continúa en dirección a la puerta y casi sin consciencia estoy fuera, en la calle húmeda sin zapatos, y con el alma compungida. 
       Susana –¡oh! ¡Mi Susana!- muerta a los pies de mi balcón, su sangre aún viva escapa de su cuerpo y llena la acera de un rojo profundo, casi tan profundo como el azul de sus ojos...
       Me acerco al cuerpo sin vida y soy testigo -como tantos otros- de lo que allí acontece. Quiero abrazarla pero sé que está muerta. Pienso en las flores que ocuparían su sitio y siento la tristeza del saber que nada, nunca, podrá ocupar realmente el espacio que en mí la aguardaba. Desolación.
  Fijo entonces mi mirada en su sangre esparramada por el suelo y la deseo, porque es parte de ella y su rojo aún vive, porque no abracé a Susana y quiero abrazar lo que es parte de ella. Me lanzo a la poza que se ha formado y me revuelco en ella como si la abrazara ante la mirada de asombro y espanto de aquellos viles seres que antes repudiaba. Las mujeres alejan a los niños de aquel espectáculo mientras voltean la vista y se alejan, los hombres confusos no saben qué hacer y comienzan a vociferar palabras que no comprendo, no quiero entender. Susana, ¡oh! ¡Susana!.
      Una ambulancia tardía llega y unos hombres intentan separarme de la sangre de mi Susana. Grito guturalmente palabras que no existen mientras intento zafarme de la prensión de esos desconocidos, pero mi esfuerzo cesa súbitamente al escuchar a un paramédico que lee los documentos que encontró en su Billetera; “Susana, 23 años. Una lástima, linda chica”.
        “El loco en otra ambulancia” –sentencian- y yo me acabo ahí mismo. Soy todo eco…
         Ella me mató dos veces hoy.


domingo, 7 de septiembre de 2014




¿Esto es la vida?
      ¿Este dolor?
      ¿Esta agonía?



Abro mis ojos y fijo la vista en las rugosidades del techo, poco a poco comienzo a sentir los sonidos de la ciudad que despierta y el dolor en mi pecho comienza a crecer.


Otro día comienza.


Hace tiempo dejé de pensar en levantarme o no hacerlo, hace tiempo dejé de tener la libertad de decidir qué hacer con mi vida. Debo levantarme, debo trabajar, debo simular felicidad, ser amable con las personas ¿qué culpa tienen ellos del muerto en mi cabeza? Me ducho y disfruto genuinamente de esos minutos bajo el agua, disfruto y lloro, lloro por haber despertado, lloro porque aún me dueles, lloro por tener que seguir, seguir y salir afuera...


A veces camino por la calle y pienso cuantas de todas esas personas están sufriendo por amor ¿Cuantos llevan los pedazos de su corazón escondido? ¿cuantos van fingiendo sonrisas como yo? ¿cómo soporta el mundo tanto dolor?


Me gusta el viaje al trabajo, ir en el bus, mirar por la ventana y que nada más exista. Fantaseo con la idea de no llegar a trabajar, que algo inesperado suceda y cambie mi día y mi vida para siempre; un accidente, alguien que me secuestre, un meteorito cayendo en mi cabeza y acabando con mi existencia para siempre ¿lo sabrías? ¿te enterarías algún día de mi muerte? No, claro que no…  hace tiempo has dejado de asomarte a mi ventana ¿que más da? solo soy el pasado, el error, el pecado...


Es un día gris, me asomo por la ventana del bus y elevo la vista a la cordillera, veo como la tormenta se avecina. Pienso que al volver quisiera compartir un café contigo y me sorprendo llorando otra vez.


Ya no estás, hace tiempo no estás ¿por qué te imagino aun en mis planes?


Llego al colegio donde debo trabajar y un niño confiesa su amor por mi, y me odio, me odio con fuerza, con toda la fuerza del mundo, me detesto y me desmayo, todo es negro… como quisiera que todo se quedara así…


Despierto un momento más tarde, con las profesoras rodeándome y la directora preguntando si quiero que llamen a alguien que vaya por mi ¿Alguien? como si hubiese alguien para mi en esta enorme ciudad... Me disculpo, ya estoy bien, a sido una baja de presión… no es nada, no es nada, no se preocupen, estoy bien, sonrío y me creen.


Salgo del colegio y la tormenta estalla y con ella mi corazón, algo dentro muy dentro explota y caigo en la tierra y lloro a gritos y agradezco trabajar en un lugar tan alejado, agradezco que no haya nadie cerca, agradezco la soledad en que vivo mi dolor y grito, grito más, y maldigo mi dolor y me maldigo a mi y a ti a la vez…

Es el día en que he decidido que es demasiado para mí, que no puedo seguir cargando tu ausencia, tu silencio, tus mentiras… 


Es el día que decido ya no seguir.


martes, 29 de julio de 2014

Rutina

CaféMe preparo un café mientras pienso en este día de mierda, lleno de cosas que no quiero hacer. De partida tengo que levantarme cuando yo solo quisiera quedarme en la cama para siempre... ¡Ah! que tedio, que cansancio, que desanimo de vivir este hoy

¿Cuando mi vida se convirtió en esto? 
¿En que momento perdí mis ganas de vivir? 


Tengo que ir a la casa de Alessandra ¡cómo detesto a esa mujer! su parloteo incesante, su casa de murallas pulcras, sus arrugas mal camufladas tras kilos de maquillaje... "Es por tus hijos" me repito incesantemente, pero a veces pareciera que eso no basta

¿Soy un mal padre por eso? 

A veces realmente odio ser padre, aunque las ame a ellas... odio estas responsabilidades, tener que levantarme con todo este calor, atravesar la ciudad entera para ver a alguien como Alessandra y así poder pagar la hipoteca, los colegios, los doctores, la comida...

¿Dónde están mis ganas ahora? 
¿En que lugar se han escondido? 

Subo sin animo al segundo piso de una casa que se cae a pedazos mientras pienso que debo ir al banco antes de que cierren y comprar el regalo de cumpleaños de mi madre. Entonces me encuentro a Yeudiel ya vestida en mitad del pasillo. Me sorprende lo rápido que ha crecido, hace solo unos meses debía vestirla y peinarla, prepararle sus cosas para ir a la escuela... ahora me mira enfadada; reclama que Adamit ya tiene hambre y que yo tengo la cara de quien no duerme hace siglos.

¿Cuando fue la ultima vez que dormí plácidamente?
¿Fue la noche antes de que ella se fuera?

 Me causa gracia verla así, tan pequeña y mandona, se parece a su madre... por eso la amo, por eso sufro un poco cada vez que la veo y al mismo tiempo me lleno de alegría... Ella vive en Yeudiel y Adamit. 

Supongo que esto es la vida... realmente estaba equivocado cuando quería crecer. ¿Será así para todo el mundo? ¿Vivirán lo mismo las personas de Asia o América? ¿mirarán sus cafés antes de enfrentar el día y se preguntarán que fue de la persona que una vez quisieron ser?

Dejo a las chicas arriba y bajo a terminar mi café, quizás pase a ver a Alessandra primero y luego con la excusa de visitar un banco pueda irme más pronto de ahí... Mis pensamientos son cortados en seco por un extraño sonido que atraviesa el cielo y un estruendo que parece retumbar en todas partes. La tierra tiembla. ¿Qué fue eso? Escucho a Adamit llorar y otro estruendo aun más fuerte que el anterior. Mis hijas gritan. ¿Que sucede? Subo corriendo por mis niñas, veo a Yeudiel  abrazando a su hermana,  veo el miedo en sus ojos, siento el miedo en mi sangre, los sonidos se agolpan uno tras otro la tierra tiembla. Sson explosiones, una tras otra ¿pero de qué?. Bajo con mis niñas al primer piso, las abrazo y espero a que todo acabe pero el tiempo parece detenido entre estruendo y estruendo, este segundo no acabará más nunca. Salgo de mi casa, veo a mis vecinos y palpo su miedo, mi miedo. Nos atacan Usama! Nos atacan, grita mi vecino al tiempo que una explosión destroza la casa de la esquina.


Explosion of childrenNos atacan, nos atacan...

Veo a mis hijas llorando sin comprender nada ¿Quién nos ataca? las abrazo fuerte. Todo va a pasar les digo sin esperanzas. La vida acaba de cambiar y quisiera volver a hacerme el café y pensar en dejar a mis hijas en su escuela, visitar a Alessandra e ir al banco. La rutina que hace unos minutos odiaba hoy es el lugar más seguro que puedo imaginar...

Un nuevo estruendo sacude la ciudad. Nos atacan ¿por qué nos atacan? Adamit llora desconsolada, Yeudiel quieta como una estatua grita el pánico por los ojos ¿Qué debo hacer? ¿Dónde ir? La tierra que me dio cobijo hoy es el blanco del odio ajeno. Mis vecinos corren y yo tomo a Adamit en un brazo y doy la mano a Yeudiel para comenzar a correr también... no sé donde voy, solo los sigo a ellos. Aquí no es seguro, pero ya no sé que lugar lo es...


sábado, 12 de julio de 2014

Lourdes

Lourdes caminaba por la acera cubierta de nieve

Lourdes
            Lourdes
                        Lourdes
                                   Lourdes
                                               Lourdes
                                                           Lourdes
                                                                       Lourdes
                                                                                  Lour…

Y  justo cuando pronunció su nombre por octava vez, un perro blanco con una mancha negra en el lomo cruzó la calle para morir trágicamente atropellado al otro lado. Lourdes terminó la pronunciación de su nombre y quieta en medio de la nieve observó sin acercarse, el cadáver inerte de aquel animal antes tan vivo. 

Soy Lourdes -repitió segura- Lourdes, Lourdes...

 Lourdes, nombre de virgen y trapecista de circo, nunca se acercó al perro, nunca pensó en que fue del perro antes de morir, nunca pensó que hubiese pasado si ella hubiese sido aquel perro, ni que hubiese sido de aquel perro si él hubiese sido ella. Lourdes nunca piensa en esas cosas porque está ocupada repitiendo su nombre mentalmente para alejarse de aquel mundo tan hiriente y frío.

Lourdes
 Lourdes
 Lourdes...

Continuó caminando por la misma acera, repitiendo su nombre infinitamente, rodeada de un halo nebuloso que no la dejaba ver. Allí estaba Lourdes, caminando como siempre a un lugar más que conocido a encontrarse con los seres habituales, para para fingir sonrisas sinceras y miradas interesadas, para coquetear con quien no sabía y acabar en la cama con otro que se pareciera a ella, con otro a quien llamar Lourdes mientras arañaba por la espalda y se hundía en sí misma

¡Lourdes!
¡Lourdes!
¡Lourdes!

Tendida en la oscuridad de un sueño lejano Lourdes recibe las caricias noctambulas de un cuerpo que le resulta ajeno, entonces súbitamente cesa la repetición mental de su nombre y es brutalmente expulsada de ese cálido rincón en su mente. 

Se incorpora rápidamente y ve a su lado a un otro que ya no es Lourdes.
Se asusta.
Recuerda el perro que vio morir por la mañana. 
Llora.
Intenta en vano recordar su propio nombre y volver hacia dentro mas no lo consigue. Desespera. 

Lourdes se levanta angustiada de la cama, se asoma al balcón perpleja. ¿Quiénes están tras todas esas luces? ¿Quién es ese cuerpo que la acompaña? ¿Morirán todos alguna vez como el perro de la mañana? ¿Es todo el mundo esa finitud?

Lourdes recuerda su nombre, se aleja del mundo, vuelve hacia adentro. Besa al hombre desconocido que la acompaña duerme soñando que nada existe. Ni siquiera ella.

Lourdes...
Lourd...
Lou...
Lo…
L...
...



miércoles, 2 de julio de 2014

Muerte pasajera

Ayer estuve muerta por 24 horas. Aún no se lo he contado a nadie porque nadie me va a creer, pensé contárselo a Alfredo, pero él es tan concreto como una pared y jamás va a entender que uno se puede morir 24 horas y despertar vivo después. Él cree mucho en unos seres que dicen saberlo todo; "Cien-ti-fi-cos" me dice y siempre repite "es científicamente imposible que bla bla bla”. Con eso de los científicos ya no podemos hablar mucho, no sé en qué momento se hizo un adulto lleno de -como dice él- “conocimientos”.

Bueno el punto es que me morí y aun no logro compartir la experiencia con nadie, porque no sé quién me pueda creer. Tengo ya 24 años y aunque nunca entendí como alguien puede creer que lo "científico" lo es todo, si logre entrar en ese juego y una de las reglas científicas es que lo que no es explicable no existe. Eso me dijo Alfredo cuando le dije que había visto un color que nunca antes había visto y como no se lo pude explicar me dijo que estaba loca... Ahora creo que él está loco porque siempre ha pensado que uno se muere una sola vez en la vida, hasta yo lo había pensado, pero uno no sabe qué tan equivocado puede estar hasta que descubre una de esas cosas "científicamente imposibles".

            Prosigo, mi muerte pasó ayer, duró 24 horas, desde las 9:00 am hasta las 9:00 am de hoy. Supe que estaba muerta cuando me desperté -o creí hacerlo- y no sentí mis células, y luego no tuve ganas de hacer nada. Me levante y me bañé –o creí hacerlo- y vi como a cada paso dejaba una estela como de muerte. Era extraño no sentirse a una misma... me bañe porque era costumbre, pero ahora que lo pienso no sé si me bañé o pensé que me bañaba porque no recuerdo haber sentido que me bañaba, aunque eso puede ser porque quizás los muertos no sienten nada. Después del acto o pensamiento de bañarme estuve totalmente segura de que estaba muerta; no tenia animo ni de respirar ni de estar con los ojos abiertos. "Es depresión" -me dijo la voz de mi tía en la cabeza- pero yo decidí que era muerte porque la muerte debía sentirse como esa ausencia de vida que sentía yo. Como estaba muerta y a los muertos yo siempre los he visto recostados en un ataúd yo me fui a recostar a mi cama, que era lo más cercano que tenía, allí en posición horizontal me asumí muerta y estuve el resto del tiempo así… a veces me caían lagrimas porque tenía pena -creo que fue esa pena la que me rompió el corazón y me mató- pero el resto del tiempo solo estaba allí muerta…

Hoy día a las 9 de la mañana me desperté, el sol brillaba y hacia calorcito, nada que ver con esos días de invierno cuyo frio me recuerda que estoy solita. Hoy me levante y me di cuenta que estaba viva de nuevo y me sentí feliz porque estaba viva, me hice un desayuno súper rico y me bañé harto rato pensando en mi muerte y mi nueva vida. Creo que después de todo si se lo voy a contar a Alfredo porque aunque es científico y me va a decir que estoy loca, me encanta esa forma medio paterno-amistosa en que me hace cariño en el pelo cuando me dice que estoy loca.




miércoles, 13 de noviembre de 2013

Refugio

                Camino ansiosa por la calle, todo está mal en mí; mi pelo, mi cara, mi forma de caminar. Sé que la gente se da cuenta y al verme piensa en lo extraña que me veo. Pero no puedo hacer nada... así es mi pelo, así es mi cuerpo, así son mis movimientos. Bajo la vista para no ver sus miradas pero es aún peor, de reojo pareciera que todos me miran, no me puedo proteger de tantas miradas. Quisiera escapar, desaparecer en este instante. Comienzo a sudar, los brazos me sobran, no sé qué hacer con mis manos, no sé cómo arreglar mi pelo, no sé cómo no lucir nerviosa...

                Al subir en la micro la sensación cambia. Todos me han visto, se han dado cuenta de lo nerviosa que estoy, hay un ladrón por allí en la micro que se acercará sigilosamente e intentará robarme, lo sé, lo presiento. Intento resguardarme, acercarme a la ventana y protegerme contra ella pero hay mucha gente, demasiada gente en tan poco espacio... necesito aire, necesito llegar a la ventana y necesito no verme nerviosa.

                Una mano roza mi brazo izquierdo; me sobresalto, alguien me ha tocado, que asco, me aparto bruscamente, me limpio con la otra mano como si sirviera de algo, la mujer que me tocó me mira extrañada, debe parecerle rara mi reacción, debo parecerle rara yo, me mira fijamente el pelo ¿tengo algo en el pelo? Necesito una ventana y ver mi  reflejo, necesito resguardarme y que nadie vea lo nerviosa que estoy.

                Camino entre las personas intentando que no me toquen, que difícil, como odio las micros llenas. Alcanzo un rincón cuando un hombre obeso lo deja libre para bajarse, apoyo mi mochila contra el panel de la micro y la ventana. Ese ladrón no conseguirá nada de mí.  Intento ver mi reflejo en el vidrio, pero no puedo hacerlo sin que los demás se den cuenta de lo que hago, todos verán que me veo en el vidrio como si fuera un espejo, pensarán que soy fea y no saco nada con mirarme porque no tengo arreglo, seguro estoy muy despeinada, seguro luzco especialmente aborrecible ¿para que alguien tan feo se podría querer mirar en un reflejo? Es mejor huir, huir de ese monstruo, pensar que no existe, que no soy así, que no soy él

                Debo bajar, bajar y caminar. Camino extraño, lo sé; muevo demasiado el brazo derecho y nada el izquierdo, la mayoría del tiempo camino en punta y cuando me doy cuenta que lo hago intento pisar con el talón, pero se me hace tan extraño que debo ir pensando cada rato “talón, punta, talón, punta, talón, punta” me veo aún más extraña, pierdo el ritmo al caminar, no sé ya cómo moverme, estoy rodeada de gente y solo quiero detenerme, no quiero caminar, no quiero seguir, no quiero que me vean...


                Llego al lugar acordado y él me espera sentado tomando un café. Me apresuro, una ráfaga de viento me despeina, me rio, él me ve y me saluda, le ha gustado mi nuevo vestido y desfilo para él,  nos sentamos un rato, pido un trozo de torta ¿existe algo más que sus ojos? Decidimos ir al parque,  caminamos lentamente, mi mano derecha encuentra calma en su brazo izquierdo, nos subimos a la micro, está llena y la gente se amontona, estoy entre la ventana y su cuerpo, me siento protegida,  elevo mi mirada para encontrar la suya, un beso y más nada. No me importa la gente, no me importa el mundo... todo lo que existe es este nosotros.

domingo, 18 de agosto de 2013

V

                Andrea comenzó a llenar la tina con agua tibia. Hace mucho no se daba un baño de tina y tenía algunas sales guardadas... quizás era eso lo que necesitaba para recuperarse de lo que había sucedido. Debía pensar con calma las cosas, la propuesta de Alfredo la pilló con las defensas bajas ¿quería verlo? Es claro que le hubiese gustado verlo antes, cuando estaba deshecha, cuando no era más que mares pero ¿qué sentido tenía ahora? Ahora se estaba rearmando, estaba volviendo a salir de la cama, verlo podría ser simplemente devastador.

                Cuando hubo llenado la tina se metió en ella lentamente. Observó sus pies, sus piernas, sus caderas, su abdomen, sus senos y sus brazos. Toda ella había sido rechazada por Alfredo. Su cuerpo, que antes fue de él de una forma tan especial ahora yacía ahí, lejos... sintiendo añoranza por alguien tan ajeno ¿No fue nada para ti tener mi cuerpo? Se preguntaba Andrea mientras jabonaba sus piernas y recordaba cuando era él quién lo hacía. Parecía que ya no existía espacio ni acción que pudiera suceder sin atraer recuerdos estrepitosos de una relación que acabó tan prematuramente.

                Andrea llenó sus pulmones de aire y se hundió lo más que pudo en la bañera. Quizás debía verlo para salir de dudas, para descubrir si su corazón roto aún latía por él o el daño había sido demasiado profundo... pero ¿de qué hablarían? ¿Podría verlo sin llorar? ¿Debería fingir que todo estaba bien? No podía hacer eso, no podía hacer nada. Andrea volvió a la superficie con una convicción: Alfredo no quería verla, solo lo dijo para solucionar el problema de la tienda... en realidad a Alfredo no le importaba nada que no fuera él y sus problemas. No había más que pensar. No lo vería, no valía la pena.

- Andrea ¿puedo entrar?
- ¿Qué quieres An? Me estoy bañando
- Solo quiero hablar un rato...
- Pero me estoy bañando...
- No quería decirte esas cosas feas... es solo que... 
- Está bien An, no importa.
- No quiero que sigas amando a ese imbécil 
- Yo tampoco quiero An, pero hay cosas que uno no controla
 Pero es que... ¿qué esperas? ¿quieres volver con ese cabrón, después de todo lo que te hizo?
 ...
- ¿Es eso?
 No... no lo sé...
- ¡No lo puedo creer!
- Después hablamos...


                ¿Qué quería Andrea? En realidad lo amaba, era un hecho, pero... ¿implicaba eso querer estar con él? Andrea pensó en las últimas semanas, en el infierno que había vivido, amaba a Alfredo, pero ¿podría estar con alguien que la había destrozado de esa forma? ¿Valía la pena estar con alguien capaz de hacerla pasar por eso? No lo sabía... y en realidad dudaba de que era más fuerte ¿Qué sentiría si viera a Alfredo de nuevo? ¿Vería al hombre que amaba o al hombre que la había arrojado al abismo?


domingo, 4 de agosto de 2013

IV

-         - Lo siento Alfredo, no creo que sea buena idea
-          -Por favor, en realidad no te lo pediría si no lo necesitara

      Ana, que escuchaba toda la conversación a un lado de Andrea, le arrebató el teléfono de las manos y se dirigió a Alfredo
-          
            - Escúchame bien Alfredo. No tienes ningún derecho a hablarle a Andrea para pedirle nada. La dejaste sola y no te has preocupado de ella en semanas a pesar de que sabes lo sola que está aquí ¿quién te crees que eres para venir ahora a pedirle favores?  Ni siquiera le preguntaste como estaba eres un…
-         - ¿Qué… quién eres? Este tema no es de tu incumbencia. Pásame con Andrea
-          -Claro que es de mi incumbencia Andrea es mi amiga y soy yo la que la ha visto sufrir, tú no has asomado ni la nariz para saber cómo estaba, si podías ayudarla en algo, eres un cabrón Alfredo

      Andrea estaba estupefacta, no sabía qué hacer. Nunca se imaginó una reacción así de Ana y menos aún contra Alfredo. La escena la perturbaba; su amiga peleando con el hombre que ella amaba y por su causa ¿Qué hacer? Sentía que debía parar eso pero al mismo tiempo tenía una sensación especial, de sentirse protegida. Ana solo quería cuidarla.
-         
       -An, déjalo –pidió Andrea con suavidad.
-           - Pero Andrea
-           - Yo hablaré con él

       Ana pasó el teléfono de mala gana y se quedó mirando profunda y enfadadamente a Andrea, atenta a la continuación de la conversación

-          - Alfredo, lo siento no quiero ir a la tienda
-          - ¿Estás bien Andrea? ¿Quién era ella?
-          - Es Ana, mi amiga de la universidad
-          - ¿tú crees todo lo que ella me dijo?
-          - Alfredo, espero que logres solucionar tu problema en la tienda. Pero de verdad no creo que sea una buena idea que yo vaya
-          - Me odias ¿no es cierto?
-          - No te odio Alfredo. Suerte con lo de la tienda
-          - ¡Andrea! Espera ¿podemos hablar?
-          -Ya me debo ir. Adiós.

        La proposición de Alfredo revolvió todos los pensamientos de Andrea ¿quería verlo? Ana la miraba furiosa

-          - No puedo creer que seas tan suave con ese imbécil
-          - Es él el que no me ama Andrea, yo lo amo aunque no quiera y no puedo tratarlo mal.
-          - No tienes respeto por ti misma, por tu dolor. Todo lo que te hizo
-          - No quiero hablar de eso Ana. Me voy a bañar.

        En realidad Andrea solo quería salir de esa situación. No quería pensar. ¿Qué fue todo lo que le hizo Alfredo en realidad? No era su culpa no amarla. Quizás solo si… solo si no la hubiese dejado tan sola aquí…


 T odo el universo convive en mi interior.  Todo. Silencio Se oye el pulso del mundo como nunca pálido la tierra va a dar a luz un árbol. To...