Susana

     Reviven en mí los atávicos deseos de dar muerte a todo ser estúpido e inocuo que roza siquiera el aire que respiro. La necesidad imperante de exterminar de todo sitio a aquellos seres que usurpan el lugar que unas flores ocuparían de forma mucho más útil y grácil.  Me detengo un segundo a pensar en la forma en que estos seres -si es que pudiesen merecer tal consideración- deberían alcanzar la muerte y no logro llegar a una conclusión que me parezca lo suficientemente satisfactoria, pues su bajeza y nulidad impide que un ser más elevado y erudito se rebaje siquiera a hacer el esfuerzo de liberar la sangre que corre por sus venas o a tomar en sí aunque sea una liviana parte de su peso inmundo. 

    Enciendo un cigarro mientras miro por el balcón y contemplo con desprecio aquellos muñecos que torpemente se mueven por las aceras aún húmedas... Entonces, veo su figura pálida cruzar por la plazoleta que está a mis pies, sus ojos se acercan a mi lentamente; sus ojos, sus ojos y nada más ¡solo eso existe! Si hace un segundo pensaba en como la miseria humana que me rodeaba merecía la aniquilación, ahora todas esas arpías conspiradoras y sucias me parecen un poco más tolerables por la sola presencia de esos ojos de mar profundo mirándome. 
   Entonces ella, pequeña y frágil doncella levanta su mano izquierda con lentitud parsimoniosa y forma con su tierna mano la figura de una pistola con la que me apunta directo al corazón. 
    ¡Oh el mundo! ¡Oh mi vida! como es frágil el sentir de un hombre al encontrarse -aun imaginariamente- en esa situación. "P-i-u-m" dice lentamente la muchacha con gesticulación exagerada mientras su mano pistolera me apunta con firmeza. Entonces lo sé; me ha dado. Yazco imaginariamente muerto en mi balcón, ella lo hizo, ella me mató y por una razón que desconozco quisiera correr a sus brazos y estrecharla contra mí, quisiera llorar mientras la abrazo y finjo que no existe un mundo fuera de ella y de mí. Instintivamente me muevo en dirección a la puerta cuando escucho el estruendoso sonido de un golpe seco, frenos tardíos y huesos quebrándose contra el pavimento. Son sus huesos y lo sé aún antes de ser consciente de ello; es su delicado brazo el que se  ha quebrado, es su sutil cuerpo el que ha recibido el golpe de aquella máquina de metal, es su grácil alma la que me ha abandonado antes de permitirme siquiera saber su nombre. No quiero abrir los ojos, no quiero constatar lo que mi mente ya sabe. 
       La multitud; esos sucios seres llenos de corrupción y engaño osan acercarse al cuerpo ahora inerte de mi pequeña Susana. Susana, sí. Así la he llamado, con ese nombre quedará en mí.
      Persisto inmóvil en lo que no han sido más que segundos y me niego aún a abrir los ojos como si ese gesto infantil mantuviese a la realidad lejos de mí, pero escucho a ese gentío y su sorpresa volverse un tumulto bullicioso bajo mi balcón y de eso no puedo escapar. ¡Oh! ¡Susana! cuanto ansié rodearte con mis brazos y llorar sobre tu pelo lacio las penas de las que tú me librabas ¡cómo fueron dulces los segundos previos a éste, tu fatal destino!. Abro los ojos con lentitud abrumadora y sigo el impulso antes coartado por el estrepitoso sonido de la muerte, el movimiento de mi cuerpo continúa en dirección a la puerta y casi sin consciencia estoy fuera, en la calle húmeda sin zapatos, y con el alma compungida. 
       Susana –¡oh! ¡Mi Susana!- muerta a los pies de mi balcón, su sangre aún viva escapa de su cuerpo y llena la acera de un rojo profundo, casi tan profundo como el azul de sus ojos...
       Me acerco al cuerpo sin vida y soy testigo -como tantos otros- de lo que allí acontece. Quiero abrazarla pero sé que está muerta. Pienso en las flores que ocuparían su sitio y siento la tristeza del saber que nada, nunca, podrá ocupar realmente el espacio que en mí la aguardaba. Desolación.
  Fijo entonces mi mirada en su sangre esparramada por el suelo y la deseo, porque es parte de ella y su rojo aún vive, porque no abracé a Susana y quiero abrazar lo que es parte de ella. Me lanzo a la poza que se ha formado y me revuelco en ella como si la abrazara ante la mirada de asombro y espanto de aquellos viles seres que antes repudiaba. Las mujeres alejan a los niños de aquel espectáculo mientras voltean la vista y se alejan, los hombres confusos no saben qué hacer y comienzan a vociferar palabras que no comprendo, no quiero entender. Susana, ¡oh! ¡Susana!.
      Una ambulancia tardía llega y unos hombres intentan separarme de la sangre de mi Susana. Grito guturalmente palabras que no existen mientras intento zafarme de la prensión de esos desconocidos, pero mi esfuerzo cesa súbitamente al escuchar a un paramédico que lee los documentos que encontró en su Billetera; “Susana, 23 años. Una lástima, linda chica”.
        “El loco en otra ambulancia” –sentencian- y yo me acabo ahí mismo. Soy todo eco…
         Ella me mató dos veces hoy.


Comentarios

  1. morir una vez está mal... pero dos veces es excesivo!!

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  2. Lo imaginario puede convertirse en realidad, Susana es un claro ejemplo de ello.

    Gracias por visitarme.

    Un abrazo.

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  3. Me cautivo, muy buena, no me lo esperaba, gracias por tu comentario
    besos

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  4. Pasó por aquí porque tienes demasiado talento jajajajajaj ya deberías publicar un libro de cuentos!

    Y bueno ya sabes mi nombre xD

    En fin...me gustó mucho tu entrada. Eso de pasar de la fantasía a la realidad y de la cordura a la locura. me parece que la mente se comporta un tanto así y que no conoce límites, tanto como si es cordura o locura.
    Lo único cuerdo que tenemos, creo yo, es el corazón, el espíritu esa intuición que va mucho más allá...

    nos vemos y hablamos! :)

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  5. ¡Hola!
    Sigues emocionándome con tus textos y haciendo que me sienta identificado con ellos.

    ¡Un abrazo!

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  6. Le das el papel protagonista a los sentimientos, dejando en un segundo plano a lo innecesario. Lo haces tan bonito...

    Sigue por este camino.

    Besazo

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  7. Ciao Katrina. Este es mi primer vez a pasar aqui. Bueno, tu tienes un regalo con palabras. La mente mueva la linea de la imaginario y realidad. Bravo Katrina. Sigues usando tu regalo.
    Yo tambien escrivo un blog. Escrivo sobre comida, recetas y mis pensamientos sobre vida y amor. Por favor de pasar a leerlo. Talvez seguiere lo. That would be cool.
    Abrazos.

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  8. Vengo para agradecer tu visita a mi txoko. Encantada de conocerte. Me gusta tu poética,
    asi que me tendrás de lectora.

    Besos, linda

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  9. Tu secreto de menta se convirtió por esta vez en ácido limón. Ese limón amargo que liban los que distorsionan la realidad.
    Me ha impactado. Salu2.

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