jueves, 22 de agosto de 2013
Siria
No hay palabras.
Hoy siento un poco menos de fe en el mundo, en la humanidad, en las personas...
¿Hasta donde pueden llegar?
¿Cómo pueden vivir con eso? sabiendo que dieron la orden, sabiendo que la siguieron, sabiendo que todas esas personas con vidas, familias, sentimientos... han muerto por sus acciones...
Hoy estoy triste por un motivo distinto... hoy mi inutilidad me pesa el doble...
hoy todos en el mundo deberían estar llorando... hoy todos deberíamos pedirle perdón a todas las personas que han muerto por la indolencia, por la lejanía con la que se ve todo... porque no nos damos cuenta que esa noticia que dura un minuto es en realidad una tragedia eterna, que esas personas no son actores y que esas vidas se están perdiendo mientras nosotros tomamos café y leemos el diario quejándonos del tráfico.
domingo, 18 de agosto de 2013
V
Andrea
comenzó a llenar la tina con agua tibia. Hace mucho no se daba un baño de tina
y tenía algunas sales guardadas... quizás era eso lo que necesitaba para
recuperarse de lo que había sucedido. Debía pensar con calma las cosas, la
propuesta de Alfredo la pilló con las defensas bajas ¿quería verlo? Es claro
que le hubiese gustado verlo antes, cuando estaba deshecha, cuando no era más
que mares pero ¿qué sentido tenía ahora? Ahora se estaba rearmando, estaba
volviendo a salir de la cama, verlo podría ser simplemente devastador.
Cuando
hubo llenado la tina se metió en ella lentamente. Observó sus pies, sus
piernas, sus caderas, su abdomen, sus senos y sus brazos. Toda ella había sido
rechazada por Alfredo. Su cuerpo, que antes fue de él de una forma tan especial
ahora yacía ahí, lejos... sintiendo añoranza por alguien tan ajeno ¿No fue nada
para ti tener mi cuerpo? Se preguntaba Andrea mientras jabonaba sus piernas y
recordaba cuando era él quién lo hacía. Parecía que ya no existía espacio ni
acción que pudiera suceder sin atraer recuerdos estrepitosos de una relación
que acabó tan prematuramente.
Andrea
llenó sus pulmones de aire y se hundió lo más que pudo en la bañera. Quizás
debía verlo para salir de dudas, para descubrir si su corazón roto aún latía
por él o el daño había sido demasiado profundo... pero ¿de qué hablarían? ¿Podría
verlo sin llorar? ¿Debería fingir que todo estaba bien? No podía hacer eso, no
podía hacer nada. Andrea volvió a la superficie con una convicción: Alfredo no
quería verla, solo lo dijo para solucionar el problema de la tienda... en
realidad a Alfredo no le importaba nada que no fuera él y sus problemas. No había
más que pensar. No lo vería, no valía la pena.
- Andrea ¿puedo entrar?
- ¿Qué quieres An? Me estoy bañando
- Solo quiero hablar un rato...
- Pero me estoy bañando...
- No quería decirte esas cosas feas... es solo
que...
- Está bien An, no importa.
- No quiero que sigas amando a ese imbécil
- Yo tampoco quiero An, pero hay cosas que uno no
controla
- Pero es que... ¿qué esperas? ¿quieres volver con
ese cabrón, después de todo lo que te hizo?
- ...
- ¿Es eso?
- No... no lo sé...
- ¡No lo puedo creer!
- Después hablamos...
¿Qué
quería Andrea? En realidad lo amaba, era un hecho, pero... ¿implicaba eso
querer estar con él? Andrea pensó en las últimas semanas, en el infierno que
había vivido, amaba a Alfredo, pero ¿podría estar con alguien que la había
destrozado de esa forma? ¿Valía la pena estar con alguien capaz de hacerla
pasar por eso? No lo sabía... y en realidad dudaba de que era más fuerte ¿Qué
sentiría si viera a Alfredo de nuevo? ¿Vería al hombre que amaba o al hombre
que la había arrojado al abismo?
sábado, 17 de agosto de 2013
Y así, pensando en la nada, de pronto me di cuenta de un
miedo nuevo en el inventario. Uno que superaba con creces a todos los demás y
se había instalado en mi corazón mientras abría las ventanas aquella noche con
sabor a mar;Tengo
miedo de ti y tu capacidad de destrozarme, tengo miedo de mí y el deseo que me
envuelve... porque ahora eres mi muerte, y te deseo y te temo con la misma intensidad.
Puedo
sentir tus uñas haciendo caminos de sangre en mi piel, puedo saborear el veneno de tus labios y verte
atravesando mi corazón mientras sonríes sin consideración. Te veo haciendo
estallar mi cabeza con los ecos añejos de esas palabras insulsas, halándome a
la locura una vez más, empujándome al abismo sin piedad.
En un
solo movimiento podrías arrebatarme tan exquisitamente las ansias de vida y
darme a la vez ganas de más.
Eres mi paradoja más preciada. Mi miedo más profundo.
jueves, 15 de agosto de 2013
Hoy
volví a preguntarme por qué no me mataste...
No sé
bien cuánto tiempo más podré seguir siendo este títere vacío. El frio comienza
a crecerme bajo la piel y las mariposas ya no están conmigo, todas huyen. Yo
las insto. Si pudiera también me dejaría
atrás; a mí y todas las esperanzas vanas, a mí y todas las ruinas de ilusión, a
mí y a todo este amor que es tuyo...
Que ya no quieres.
Tengo
las ansias perversas de volver a tus labios, no porque espere aún tu deseo, sino
porque sé que el roce efímero de tus manos y el espacio absoluto que le
seguiría, es lo único lo suficientemente fuerte para empujarme de nuevo al abismo
Y esta vez acabar conmigo.
miércoles, 14 de agosto de 2013
Tengo
la atmósfera de pasado penetrándome la piel, la vida se me sale por los ojos y
la muerte se me mete por los poros. La emoción de ayer parece hoy más viva que
nunca. El reflejo desteñido del espejo se
ríe y llora al mismo tiempo “soy tu” grita sin mover los labios. Y lo sé...
está ahí, siempre ha estado... contenido bajo la normalidad de esta piel
muerta, justo detrás del iris mentiroso, aguardando su momento de entrar en
escena, de volver a ser.
domingo, 4 de agosto de 2013
IV
- - Lo siento Alfredo, no creo que sea buena idea
- -Por favor, en realidad no te lo pediría si no lo
necesitara
Ana, que escuchaba toda la conversación a un lado de Andrea,
le arrebató el teléfono de las manos y se dirigió a Alfredo
-
- Escúchame bien Alfredo. No tienes ningún derecho
a hablarle a Andrea para pedirle nada. La dejaste sola y no te has preocupado
de ella en semanas a pesar de que sabes lo sola que está aquí ¿quién te crees
que eres para venir ahora a pedirle favores?
Ni siquiera le preguntaste como estaba eres un…
- - ¿Qué… quién eres? Este tema no es de tu
incumbencia. Pásame con Andrea
- -Claro que es de mi incumbencia Andrea es mi
amiga y soy yo la que la ha visto sufrir, tú no has asomado ni la nariz para
saber cómo estaba, si podías ayudarla en algo, eres un cabrón Alfredo
Andrea estaba estupefacta, no sabía qué hacer. Nunca se
imaginó una reacción así de Ana y menos aún contra Alfredo. La escena la
perturbaba; su amiga peleando con el hombre que ella amaba y por su causa ¿Qué hacer?
Sentía que debía parar eso pero al mismo tiempo tenía una sensación especial,
de sentirse protegida. Ana solo quería cuidarla.
-
-An, déjalo –pidió Andrea con suavidad.
- - Pero Andrea
- - Yo hablaré con él
Ana pasó el teléfono de mala gana y se quedó mirando
profunda y enfadadamente a Andrea, atenta a la continuación de la conversación
- - Alfredo, lo siento no quiero ir a la tienda
- - ¿Estás bien Andrea? ¿Quién era ella?
- - Es Ana, mi amiga de la universidad
- - ¿tú crees todo lo que ella me dijo?
- - Alfredo, espero que logres solucionar tu
problema en la tienda. Pero de verdad no creo que sea una buena idea que yo vaya
- - Me odias ¿no es cierto?
- - No te odio Alfredo. Suerte con lo de la tienda
- - ¡Andrea! Espera ¿podemos hablar?
- -Ya me debo ir. Adiós.
La proposición de Alfredo revolvió todos los pensamientos de
Andrea ¿quería verlo? Ana la miraba furiosa
- - No puedo creer que seas tan suave con ese
imbécil
- - Es él el que no me ama Andrea, yo lo amo aunque
no quiera y no puedo tratarlo mal.
- - No tienes respeto por ti misma, por tu dolor. Todo
lo que te hizo
- - No quiero hablar de eso Ana. Me voy a bañar.
En realidad Andrea solo quería salir de esa situación. No
quería pensar. ¿Qué fue todo lo que le hizo Alfredo en realidad? No era su
culpa no amarla. Quizás solo si… solo si no la hubiese dejado tan sola aquí…
sábado, 3 de agosto de 2013
Te presiento.
Cerca. A punto de llegar, a tres instantes de
rodearme y no dejarme escapar.
Siento de a poco como llegas a mí y penetras lentamente como
el frío matinal.
No quiero mirarte, no
quiero aceptar que has vuelto.
Estoy cansada.
Vuelves... siempre vuelves.
Por más paredes que
construya, por más esfuerzos que haga, siempre llegas aquí,
a acariciarme el pelo y casi cantando recordármelo:
Se ha acabado.
Estoy en la
micro, de pie, dando la espalda a todos, pegada al vidrio intentando dilucidar
la delgada y difusa línea que separa el smog del celeste del cielo. Veo un
chico andando en bicicleta. Me distraigo, quisiera andar en bicicleta, quisiera
saber hacerlo, quisiera… quisiera que no hubiese esmog y el celeste del cielo
durara para siempre. Me pregunto ¿yo respiro de esa nube café grisácea? La respuesta
no me gusta. Vuelvo a ver al chico de la bici, veo un letrero de una construcción
mal ubicado, me pregunto quién dio la orden de ponerlo ahí ¿desde que
perspectiva tomó esa mala decisión?
De pronto un
olor nauseabundo me alcanza, la fetidez es horrible, mis ojos comienzan a
lagrimear ¿Qué es? Intento dilucidar qué
cosa que esté dentro de una micro puede oler tan mal ¿pescado descompuesto? Es asqueroso, dejo de mirar por la ventana
comienzo a mirar a mi alrededor ¿de dónde viene ese olor? Las personas que
tengo cerca también lo sienten, no se preocupan en disimular el desagrado que
les provoca, veo las caras de asco de todos, las expresiones de horror,
permanezco neutra ¿Qué es ese olor? De pronto una señora que va sentada le
comenta a su amiga “que asqueroso” mientras mira fijo en una dirección; a mis
espaldas. No podía ser de otro modo, todos saben lo que es menos yo.
No quiero ser
evidente, no quiero darme vueltas apresuradamente y ver algo terrible ¿Qué puede oler tan mal dentro de una micro?
La micro para, la gente se mueve y el origen del olor se desplaza hasta la
puerta: un vagabundo. Lo miro; tímido,
asustado, destrozado. De inmediato se me rompe el corazón; recuerdo las caras
de asco que vi hace unos segundos, recuerdo los comentarios despiadados y de
pronto entiendo que todo lo que yo viví lo vivía él también. Que vio esos
rostros, que escuchó esas palabras, que siente el rechazo, que no quiere estar
ahí. Lo siento, lo siento tanto. Veo sus zapatos rotos, su ropa sucia, su
mirada triste y quisiera disculparme con él, quisiera decirle que lamento todo,
que me perdone, que nos perdone. Pienso un momento como habrá llegado a ese
momento, dónde está su familia, dónde está su vida, qué fue de sus sueños. El
hombre baja la mirada, sabe demasiado bien lo que provoca, no quiere más caras
de asco en sus pupilas, toca el timbre, baja lento y no mira atrás ¿por qué
habría de hacerlo? Se pierde en el horizonte mientras la micro se aleja,
escucho los comentarios de las personas; ¿lo viste? ¡Qué asco! ¡Abran las
ventanas! Que se vaya el olor, que se borre la imagen, que no quede recuerdo… acaba
de acabar algo que nunca sucedió
Llega mi
parada, me bajo de la micro presintiendo con tristeza que acabo de ver la
indolencia de las personas con las que comparto mundo.
jueves, 1 de agosto de 2013
III
Cuando Andrea
despertó por la mañana se sintió avergonzada. Nunca hubiese querido que alguien
la viera así, nunca hubiese esperado mostrarse tan vulnerable ante alguien más
que Alfredo. Rememoraba la escena y automáticamente se tapaba con las frazadas ¿cómo no pude controlarme? ¿Cómo olvidé que
ella estaba aquí?
Andrea fue
siempre una persona frágil, acostumbraba a llorar a escondidas por las noches,
a ahogar sus sollozos entre los cojines y a excusarse torpemente por sus ojos
hinchados y su voz quebradiza. Sí, era muy frágil pero no dejaba que nadie lo
supiera, no quería mostrarse así y sentir el rechazo de los demás, no quería
pensar “ellos saben cómo sufro y aun así no están aquí cuando los necesito”.
Ocultarse era una forma de disculpar las ausencias que marcaron su vida. No era
culpa de ellos no estar ahí; ellos no sabían.
Escuchó que
Ana subía las escaleras e instantáneamente se hizo la dormida. No quería que la
viera, no quería verla, no quería percibir el rechazo en sus ojos y mucho menos
la lástima. Cuando Ana entró a la habitación preguntó si estaba dormida, pero
no obtuvo respuesta. Se acercó a la cama lentamente y se acostó a un lado para
acariciarle el pelo.
-Sé fuerte Andrea- le decía- sé
fuerte.
Andrea contuvo
sus ganas de estallar en llanto y Ana rodeó su cintura suavemente mientras se
acomodaba en la cama. “Sé fuerte” repitió una vez más antes de quedarse dormida
abrazándola.
Se sentía tan
bien, era tan cálido… dormir con Ana abrazada daba la sensación de que el mundo
iba bien, que no había que temer. Andrea se durmió con lágrimas corriendo por
sus mejillas. No quería que el mundo siguiera, no quería que esa seguridad
acabara…
Horas más
tarde un celular las despertó. Era Alfredo, había tenido problemas con un
proveedor de la tienda y necesitaba que Andrea le ayudara con las cosas. Ella
sabía como funcionaba todo, cuando estaba con Alfredo pasaban tardes enteras
allí y aprendió rápidamente el manejo del lugar
- Está todo de locos aquí. Estoy a punto de
colapsar Andrea
- Lo siento
- Lo peor es que tengo que solucionar lo de los
proveedores en persona… por eso quería saber si podías venir y ayudarme un poco
aquí…
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