sábado, 3 de agosto de 2013

Estoy en la micro, de pie, dando la espalda a todos, pegada al vidrio intentando dilucidar la delgada y difusa línea que separa el smog del celeste del cielo. Veo un chico andando en bicicleta. Me distraigo, quisiera andar en bicicleta, quisiera saber hacerlo, quisiera… quisiera que no hubiese esmog y el celeste del cielo durara para siempre. Me pregunto ¿yo respiro de esa nube café grisácea? La respuesta no me gusta. Vuelvo a ver al chico de la bici, veo un letrero de una construcción mal ubicado, me pregunto quién dio la orden de ponerlo ahí ¿desde que perspectiva tomó esa mala decisión?
De pronto un olor nauseabundo me alcanza, la fetidez es horrible, mis ojos comienzan a lagrimear ¿Qué es? Intento dilucidar qué cosa que esté dentro de una micro puede oler tan mal ¿pescado descompuesto? Es asqueroso, dejo de mirar por la ventana comienzo a mirar a mi alrededor ¿de dónde viene ese olor? Las personas que tengo cerca también lo sienten, no se preocupan en disimular el desagrado que les provoca, veo las caras de asco de todos, las expresiones de horror, permanezco neutra ¿Qué es ese olor? De pronto una señora que va sentada le comenta a su amiga “que asqueroso” mientras mira fijo en una dirección; a mis espaldas. No podía ser de otro modo, todos saben lo que es menos yo.
No quiero ser evidente, no quiero darme vueltas apresuradamente y ver algo terrible ¿Qué puede oler tan mal dentro de una micro? La micro para, la gente se mueve y el origen del olor se desplaza hasta la puerta: un vagabundo.  Lo miro; tímido, asustado, destrozado. De inmediato se me rompe el corazón; recuerdo las caras de asco que vi hace unos segundos, recuerdo los comentarios despiadados y de pronto entiendo que todo lo que yo viví lo vivía él también. Que vio esos rostros, que escuchó esas palabras, que siente el rechazo, que no quiere estar ahí. Lo siento, lo siento tanto. Veo sus zapatos rotos, su ropa sucia, su mirada triste y quisiera disculparme con él, quisiera decirle que lamento todo, que me perdone, que nos perdone. Pienso un momento como habrá llegado a ese momento, dónde está su familia, dónde está su vida, qué fue de sus sueños. El hombre baja la mirada, sabe demasiado bien lo que provoca, no quiere más caras de asco en sus pupilas, toca el timbre, baja lento y no mira atrás ¿por qué habría de hacerlo? Se pierde en el horizonte mientras la micro se aleja, escucho los comentarios de las personas; ¿lo viste? ¡Qué asco! ¡Abran las ventanas! Que se vaya el olor, que se borre la imagen, que no quede recuerdo… acaba de acabar algo que nunca sucedió

Llega mi parada, me bajo de la micro presintiendo con tristeza que acabo de ver la indolencia de las personas con las que comparto mundo.


jueves, 1 de agosto de 2013

III


Cuando Andrea despertó por la mañana se sintió avergonzada. Nunca hubiese querido que alguien la viera así, nunca hubiese esperado mostrarse tan vulnerable ante alguien más que Alfredo. Rememoraba la escena y automáticamente se tapaba con las frazadas ¿cómo no pude controlarme? ¿Cómo olvidé que ella estaba aquí?

Andrea fue siempre una persona frágil, acostumbraba a llorar a escondidas por las noches, a ahogar sus sollozos entre los cojines y a excusarse torpemente por sus ojos hinchados y su voz quebradiza. Sí, era muy frágil pero no dejaba que nadie lo supiera, no quería mostrarse así y sentir el rechazo de los demás, no quería pensar “ellos saben cómo sufro y aun así no están aquí cuando los necesito”. Ocultarse era una forma de disculpar las ausencias que marcaron su vida. No era culpa de ellos no estar ahí; ellos no sabían.

Escuchó que Ana subía las escaleras e instantáneamente se hizo la dormida. No quería que la viera, no quería verla, no quería percibir el rechazo en sus ojos y mucho menos la lástima. Cuando Ana entró a la habitación preguntó si estaba dormida, pero no obtuvo respuesta. Se acercó a la cama lentamente y se acostó a un lado para acariciarle el pelo.

-Sé fuerte Andrea- le decía- sé fuerte.

Andrea contuvo sus ganas de estallar en llanto y Ana rodeó su cintura suavemente mientras se acomodaba en la cama. “Sé fuerte” repitió una vez más antes de quedarse dormida abrazándola.

Se sentía tan bien, era tan cálido… dormir con Ana abrazada daba la sensación de que el mundo iba bien, que no había que temer. Andrea se durmió con lágrimas corriendo por sus mejillas. No quería que el mundo siguiera, no quería que esa seguridad acabara…

Horas más tarde un celular las despertó. Era Alfredo, había tenido problemas con un proveedor de la tienda y necesitaba que Andrea le ayudara con las cosas. Ella sabía como funcionaba todo, cuando estaba con Alfredo pasaban tardes enteras allí y aprendió rápidamente el manejo del lugar
 Está todo de locos aquí. Estoy a punto de colapsar Andrea
 Lo siento
- Lo peor es que tengo que solucionar lo de los proveedores en persona… por eso quería saber si podías venir y ayudarme un poco aquí…

domingo, 28 de julio de 2013

Cartas

Me detengo. El viento mueve suavemente mi cortina y me hace recordar veranos ancestrales dónde ese movimiento a veces tenue, a veces compulsivo se convertía en un hipnótico placer para mis ojos de niño. Hoy el día es gris, pero estoy tranquilo. Quisiera dormir en tu regazo, mientras escucho el mar.
Sufro amada mía, pero estoy tranquilo. Quisiera que estuvieras aquí; las calles de Francia son encantadoras aun cuando el día es gris y el alma pesa. Pero tienen ese nostálgico vacío de ti que no logro llenar con nada. Mi corazón aún no se recupera de lo que me hiciste, pero te amo. Aún te amo y sufro infinitamente por hacerlo. ¿Dónde estarás ahora mi amada? El tedio es insoportable, la vida liviana, liviana como una pluma que cae desde lo alto del cielo... Así está mi vida ahora, tranquila pero en declive.
He superado ya las agónicas noches en que despertaba buscándote con desesperación en mi cama, he superado los llantos a gritos, las noches de copas intentando olvidarte, e incluso he sobrevivido a esos días mortíferos en que no existía nada más seductor que una bala en la cien.  Pero a este vacío de vida, a esta ausencia doliente de ti… no sé si lo consiga.
¿Recuerdas cuando me pedías ir a la playa por unos días? Pedías tan poco pequeña y  sin embargo nunca cumplí y hoy me arrepiento de haberte dejado para después, me arrepiento de haberte besado menos que todo lo que mis labios demandaban de haberte dejado sola tantas noches en invierno ¿podrás algún día perdonarme? Yo no sé si podré perdonarme a mí.
El sol ha resultado esquivo todos los días de mi estancia, siento que el cielo está triste conmigo por tu partir. Quisiera dormir ahora y despertar entre tus brazos, ver tus ojos de menta y besarte hasta que prometas nunca hacerme esto, nunca irte. No me importa que no sepas qué es el amor ¿quién lo sabe? Quédate, descúbrelo conmigo… quédate amor y abrázame no dejes que las pesadillas vengan por mí, no dejes que me convierta en el triste noctambulo que presiento, no dejes que vaya a cumplir sueños sin ti, porque este vacío es agobiante, porque este amor solitario me pesa, porque este corazón herido necesita de tus besos para sobrevivir.

Escríbeme, solo escríbeme, dame la esperanza que necesito para seguir levantándome cada mañana. Te esperare amor o viajaré contigo, estaré ahí dónde tú quieras a la hora que haga falta, pero ven amor, vuelve conmigo.

miércoles, 24 de julio de 2013

II

¿Cuántos siglos habían pasado desde entonces? No estaba segura. A penas recordaba lo que era sonreír, intuía vagamente que hubo tiempos mejores pero la actualidad se presentaba irremediablemente vacía y parecía que la vida hubiese sido siempre así. Andrea se acostumbraba muy rápido a la tristeza.
En realidad solo había pasado una semana desde el quiebre con Alfredo, pero la profundidad de su dolor era tal que sobrevivir a la agonía de un día se sentía como cargar con un año de amargura. Claro, nadie más lo sabía. La amistad que Alfredo había ofrecido se diluyó paulatinamente quedando solo vagas palabras un par de veces a la semana. Nunca quiso saber mucho de ella, pero debía mostrar interés para reducir la culpa de haberle roto el corazón. Alfredo estaba demasiado ocupado con sus problemas y las cosas de la nueva tienda, no había espacio para escuchar las tristezas de una niña.
Para la segunda semana la situación se hizo insoportable;  Andrea dejó de comer y de salir, no se levantaba de la cama, no hacía nada más que llorar y dormir. Su cuerpo se fue debilitando de a poco; estaba pálida y fría todo el día, en la noche llegaba la fiebre y pensamientos delirantes comenzaban a asediarla; escuchaba voces que le decían que era mala, que nadie la quería, que no merecía nada. Otras veces escuchaba pasos como los de Alfredo u olores que le recordaban a él, así en medio de la fiebre comenzaba a repetir su nombre como buscándolo, pero nunca lo encontró. En medio de la noche despertaba preguntando en medio de lágrimas ¿por qué? ¿Por qué me hiciste eso? ¿Por qué no me mataste? La muerte, entre todo su tormento, aparecía entonces como una solución que se llevaría consigo el agónico pasar de los últimos días
El día miércoles alguien tocó su puerta, con algo de esfuerzo se levantó para abrir. La figura que reflejaba el espejo de la entrada parecía no corresponder con como ella se recordaba,  se dio cuenta de lo pequeños que estaban sus ojos y abrió la puerta con la extrañeza de no reconocerse.  En el umbral estaba Ana, con las manos cargadas de bolsas de súper mercado y dejando en claro que le debía un gran favor:
-          ¡Me debes una grande Andrea!
-          ¿Qué pasó?
-          ¿Qué pasó? ¡Mírate! Has faltado una semana a clases y parece que esta semana tampoco tienes pensado ir
-          No…
-          Pues yo he decidido que al menos debes comer –dijo levantando las bolsas.
-          Estoy comiendo
-          Claro que no, mírate.
-          Tengo los ojos pequeños… no me quiero ver
-          Me he ido de la casa.
-          ¿Por qué?
-          No les ha parecido bien que esté embarazada
-          ¿¡Estás embarazada?!
-          Tres meses
-          ¿y Rodrigo?
-          No sé de él desde el Sábado
-          ¿va a saber?
-          No lo sé
-          ¿Helado de chocolate y una película para llorar?
-          Por favor
Andrea conocía a Ana desde hace poco. Tuvieron un semestre intenso trabajando juntas en casi todos sus ramos y se hicieron buenas compañeras. Era una buena persona pero algo egocéntrica, por algún motivo estaba convencida de que todo en la vida tenía que ver con ella; para bien y para mal. Cuando Andrea desapareció de clases se creó la insensata idea de que no la quería ver más y por eso no iba. La llamó una noche preguntando por que ya no quería ser su amiga, ahí se enteró del quiebre con Alfredo. Comprendía muy bien ese dolor: quién ella creía era el amor de su vida se fue de viaje a Brasil por dos semanas… y habiendo pasado más de un mes no parecía querer volver, Ana intuía que no lo volvería a ver.
Ana Luz era fuerte, tenía todo lo que a Andrea le faltaba; personalidad, fortaleza, extroversión. Quizás por eso cuando estaban juntas Andrea intentaba ser fuerte, no quería que la viera llorar, no quería que la viera triste, como siempre no quería que nadie viera sus tormentos, porque el único que los conoció salió huyendo.
Comieron helado, vieron una película y pidieron una pizza. No querían hablar, las dos estaban sufriendo, las dos estaban solas en esa ciudad tan vacía, sabían que nada las haría sentirse mejor, sentían lo extraño que era seguir vivas con el corazón roto. No eran las mejores amigas, pero ahora la vida las unía en el dolor y la compañía en los momentos difíciles es siempre un bien preciado. Andrea estaba enferma, no es buena idea comer tanto después de tantos días sin probar bocado, Ana la acostó en su cama y le hizo un té de hierbas, luego se fue a dormir al sofá.
A las tres de la mañana Ana despertó con los gritos de Andrea, corrió a su pieza pero se paralizó en la puerta; Andrea abrazaba sus piernas y se hundía en un llanto desconsolado, gritaba y pedía clemencia, que por favor parara, que por favor la matara. Se llevaba las manos a la cabeza y gritaba aún más fuerte, parecía un dolor insondable. Ana sintió miedo pero corrió a abrazarla.
-          ¡Andrea! Andrea no pasa nada, estoy aquí, mírame…
-          No quiero más
-          ¿Qué no quieres más?
-          No quiero más –repetía extenuada.
-          Andrea estoy aquí, calma, todo va a pasar.

La presencia de Ana calmó un poco a Andrea que aún estaba confundida, no sabía si soñaba. Ana puso su cabeza en su regazo y comenzó a cantarle una canción. Andrea se durmió llorando.

domingo, 21 de julio de 2013

I

Debía decírselo mirándolo a los ojos. No podía ser de otra manera ¿qué se creía ese hijo de puta? ¿Quién era él para venir a romperle el corazón a ella? A ella que todo lo dio por él, que pasó días en el hospital acompañándolo cuando tuvo peritonitis, que escondió sus mil tormentos para no preocuparlo, que le recordaba cuando debía pagar las cuentas, que lo animaba cuando el mundo se le hacía demasiado pesado, ella que le construía pequeños oasis para estar en paz ¿quién se creía para hacerle eso? A ella que se hizo mujer con él… ¡Ah! Pero se lo iba a decir, le iba a decir a la cara lo poco hombre y cabrón que había sido inventándole todos esos cuentos de hadas, todas esas palabras bonitas que una a una sus acciones fueron derribando.
Andrea caminó hasta el metro con decisión, se subió a su vagón atormentada, se bajó en la estación temblorosa y se paró en la puerta del negocio de Alfredo agónica ¿cómo pudo? Recién entonces comprendió lo que había sucedido; la habían dejado. Ya no vería más a Alfredo al despertar por las mañanas, ya no habría más peleas por la ducha, ya no tendría que escuchar sus sugerencias dietéticas, nunca más haría el amor con ese hombre… ¡oh por dios! ¡Nunca más! Pero claro, si él nunca hizo el amor… todo fue una ilusión, un cuento muy bien contado.

La campanilla de la puerta sonó, un cliente abandonaba la tienda y llevaba en los ojos el reflejo de Alfredo. La muchacha solo pudo salir corriendo de allí ¿Cómo pudo? –Pensaba- Corrió tres cuadras hasta llegar al muelle. Las olas siempre la calmaban, pero esta vez solo agudizaron su tristeza… ¿qué fue del hombre del que se enamoró, el chico que decía amarla? ¿Quién era Alfredo? Sus recuerdos del hombre cariñoso que la hizo tan feliz chocaban con el hijo de puta que ahora la dejaba. Andrea ya no sabía nada… y no quería saber.

Nunca se lo dijo, pero Andrea estaba segura  que Alfredo era el amor de su vida. Él no era muy romántico… sabía que nunca tocaría a su puerta con maravillas y chocolates –aunque le gustaba fantasear que si- sabía que no la invitaría al cine a ver una película romántica, ni siquiera a una cena a la luz de las velas… ella sabía que Alfredo no tenía nada del príncipe azul pero por algún motivo que escapaba de su control lo amaba. Y no le dijo que era el hombre de su vida para no quedar aún más vulnerable ante un hombre tan lejano a lo que ella veía del amor.

Sentada en el muelle observando las olas recibió un mensaje de Alfredo;
“Te quiero, seamos amigos”.


 Lo que más le dolía a Andrea era la tibieza de sus palabras; no zanjaba nada, no era capaz de decir que no la amaba aunque así fuera y eso hacía que su corazón mantuviera las esperanzas aunque su mente supiera que ya no era correspondida. Pensó en lanzarse al mar, pensó en volver a la tienda y gritarle a Alfredo lo hijo de puta que era, pensó incluso en tragarse su lágrimas y conformarse con ser la amiga de quien hasta hace unos días era su novio ¿qué sería más doloroso; perder a quien se ama o tenerlo cerca sin poder tocarlo? Debía descubrirlo.

jueves, 18 de julio de 2013

   Se había enamorado de un espíritu mediocre, demasiado tibio para saber de pasión, demasiado acostumbrado al suelo. Un cumplidor de expectativas ajenas, un caminante que huye de los huracanes, de los mares, de las cordilleras, de todo cuya inmensidad corra el peligro de desbordarlo. Un excusador empedernido, un personaje de papel.

 Pero se enamoró de él.


lunes, 15 de julio de 2013

Sucede que tu ausencia me concurre progresivamente… y ya no puedo más respirar bajo el agua y hacer como si mi corazón no palpitara; te me apareces en cada recuerdo no vivido y llenas de melancolía mis poros moribundos. Me provocas una alegría solitaria cuando escucho tus melodías y sé que no estás conmigo (que ya no estarás conmigo)

Y pasa que ya no puedo controlar un amor que me desborda, que se me sale por los ojos y por la boca. Y pasa que me muero un poco cada vez que censuro mis palabras, cada vez que susurro un te quiero cuando quiero gritar que te amo.


No puedo dormir. La emoción me embarga, se me mete en el cuerpo y me hace caricias desde dentro.  No puedo no amarte, no puedo. Lo intento, me ahogo, me sacudo, me hundo pero no puedo. Antes muero yo que este amor que te tengo.



viernes, 12 de julio de 2013

[verbos]

Ver[te]
Respirar [tu aire]
Saber [que te amo]
Amar [te por siempre]
Sentir [el dolor, con que]
Aprender [é a]
Vivir [eternamente]
  
...
Estar [cerca]
Querer
Besar [te, no]
 hacer[lo]
Respirar [profundo]
Cerrar [los ojos]
Rogar [tu beso y]
Entender [te amor]

...Entenderte...



jueves, 4 de julio de 2013

Piedra

Y así es como las decepciones llenan el corazón de un liquido frío, plateado, como mil cristales hechos pedazos que recorren las venas desde dentro, enfriando a su paso cada poro del cuerpo y convirtiendo en piedra a quien antes era amor.



Me gustaría poder explicarte lo difícil que me resulta hablar... Hablar y que me escuchen... Hablar y escuchar mi voz... Es como si al habl...