... hasta que se pierde
Salí del doctor
desmotivada, ninguna respuesta, ninguna solución, solo más calmantes y esperar
el resultado de los nuevos exámenes… Es verdad que uno tiende a apreciar más
las cosas cuando las pierde. Quizás la salud es el mejor ejemplo; nunca antes
agradecí por poder caminar sin dolor, pero ahora que cada paso se sentía como
una tortura, hubiese cambiado cualquier bien material por poder estar sin ese
dolor de nuevo. Siempre asumí que las enfermedades llegarían naturalmente a
cierta edad, no esperaba que esa edad fuera antes de los treinta…
Saliendo de la
consulta del doctor decidí que no pensaría demasiado en el tema. Mi pensamiento
catastrófico habitual resulta especialmente contraproducente en estos momentos.
Lidiaré con el dolor hasta que sepa qué lo causa y qué debo hacer para detenerlo.
No hay nada más que pueda hacer por ahora…
Este renovado
sentido de autocuidado me llevó a pedir un Uber en lugar de caminar con dolor
hasta la parada del bus. Me detuve en la esquina de la calle y esperé a que el
automóvil llegara. Era un Hyundai Creta, se veía la foto del conductor, me
pareció una persona confiable, hombre (¿por qué la mayoría de los conductores
de Uber son hombres?), quizás unos 50 años, la patente GWGS 98 a dos minutos de
donde esperaba. Perfecto. Me ubiqué en un lugar donde fuese fácil que se estacionara y esperé.
En menos de un
minuto un automóvil se estacionó frente a mí.
¿Marcela? -Preguntó el chófer- Sí!, respondí yo extrañada. Antes de que el auto se
estacionara ya había descartado que ese fuera mi Uber porque la patente de éste
comenzaba con CW y no con GW como decía la aplicación. Me acerqué a la puerta
de atrás y vi por la ventana a un tipo de unos treinta años que en nada se
parecía al amable caballero de cincuenta que se veía en la foto del perfil.
Dudé en entrar al
auto durante unos segundos, pero ya tenía la mano en la manilla de la puerta… la marca del auto
y el color sí correspondía y el chófer había dicho mi nombre. Quizás vi mal la
patente o hubo un error de tipeo cuando ingresó su auto a la aplicación. En
realidad no sé como funciona todo eso pero finalmente me subí al auto, con algo de
inseguridad... pero lo hice porque no
tenía la personalidad para decirle al tipo que no lo tomaría porque no me daba confianza. Tampoco se me ocurrió
decirle una mentira para zafar de la situación. Pedí un Uber, el Uber llegó y
solo seguí actuando como las cosas tenían que ser…
El tipo se muestra
amable, hace unos comentarios del clima y me pregunta si quiero escuchar algo.
Siempre me ha
parecido que poner tu música frente a otras personas requiere de algo de
confianza. Mi música dice cosas de mí y no quiero que cualquiera sepa algo de
mí… le dije que no se me ocurría nada que poner pero que pusiera la música que
a él le gustara. No se hizo de rogar, puso una canción de Daft Punk y siguió el
trayecto intentando generar conversación.
Soy una persona
amable, intento que las personas se sientan bien cuando me hablan aunque no me
interese un pepino la verdad… siempre finjo interés porque no quiero que se
sientan tristes o poco importantes. ¡Qué idiotez! Si en realidad no son
importantes para mí! Pero bueno… sería descortés poner mi necesidad de silencio
por sobre su necesidad de atención ¿No? Esa es la forma en que yo funciono.
Toda una cruz.
Como sea, el tipo se
llamaba Fausto, era técnico de TV Cable, el trabajo había ido muy mal los
últimos meses así que lo echaron de la empresa luego de 11 años de servicio. Se
puso a trabajar de Uber mientras encuentra un trabajo mejor. Trabaja todo el día
y casi no ve a su familia. Fausto iba conversándome de su mamá enferma cuando se enoja por la canción que suena por la radio, "malos recuerdos" se limita a decir, hace el movimiento para cambiar la canción cuando un motociclista descontrolado se cruza en el camino. Alcanzó a girar el volante con rapidez y de
la nada vi a los autos estacionados y personas caminando por la vereda frente a
nosotros; con una velocidad increíble Fausto volvió a girar el volante, esta
vez en dirección opuesta, alcanzamos a chocar con los autos
estacionados, pero fue mínimo. El motociclista ya no estaba en mi campo visual, Fausto intentaba
retomar el control del vehículo y entonces… ese sonido.
Nunca antes había
escuchado el sonido de huesos quebrarse. La cabeza del motociclista se azotó en
el suelo y su casco roto no pareció mitigar para nada el fuerte golpe. Entonces
Fausto logró frenar completamente el auto y lentamente fuimos comprendiendo lo
que pasaba; la moto zigzagueante que finalmente cae frente a nosotros, la
maniobra evasiva que nos lleva a chocar con un auto estacionado y un nuevo giro
para retomar el control del auto que termina chocando con el cuerpo del
motociclista y rompiéndolo, literalmente.
Fausto aún aturdido
me mira por el retrovisor y pregunta si estoy bien. Ante mi afirmación se baja
del auto y avanza hasta el cuerpo inmóvil del motociclista. Yo, infinitamente
adolorida, salgo del auto y sigo a Fausto
lentamente. Muchas personas se nos acercan, preguntan si estamos bien, los
sonidos se vuelven confusos y las imágenes comienzan a borrarse… cierro los
ojos y caigo al piso.
Abro los ojos arriba
de una camilla aún en la calle, al fondo escucho el llanto de un hombre adulto
que repite una y otra vez "Se cruzó de la nada", es Fausto reconozco
después. Cerca de mi un paramédico con una pequeña linterna apuntándome a los
ojos diciendo cosas que no entiendo bien y a lo lejos, el llanto desgarrador de
una mujer clamando por su hijo… el motociclista.
El paramédico me
pregunta mi nombre, edad y si tengo a quien llamar, pregunta que día es hoy y
cuantos dedos veo mientras levanta su mano frente a mi. Luego un policía se
acerca y me pregunta si conocía al chofer; era mi Uber -Contesto- ¿está bien?
El policía me dice que su nombre en realidad es David y tenía una orden de
detención pendiente por haber atropellado a una señora y haber huido del lugar.
¿Fausto? Me pregunto internamente, no pensé que fuera capaz de algo así… aunque
claro, no lo conozco ni hace 10 minutos. ¿El motociclista? Pregunto aún
desconcertada. Murió -me responde seco el policía.
No tengo ningún daño
de consideración, pero optan por llevarme al hospital para asegurarse. Junto a
mí, en la ambulancia va también Fausto que aún tiembla por todo lo que pasó, él
va a constatar lesiones porque se lo llevarán detenido; ya tenía una orden de
detención y ahora este nuevo accidente… Su panorama es complicado. De pronto
saca del bolsillo de su camisa una pequeña petaquita de la cual bebe un líquido
que asumo es alcohol. Me sorprendo y él se apresura a explicarme que "es
para los nervios", se nota afectado por la situación… eso no se verá bien
en la alcoholemia…
Me voy a ir pa' dentro - declara, refiriéndose a que irá a la cárcel- no sé si pueda soportar
estar encerrado de nuevo, es una locura perder la libertad, uno no la valora
hasta que la pierde.
Intento pensar en
qué momento fue a la cárcel si llevaba once años trabajando en la compañía de
cable, dudo de la historia que me contó antes, pero sobre todo me quedo
pensando en la libertad y como uno la valora cuando la pierde. Es como la
salud, es como la vida… pienso en el motociclista que acaba de morir, él no
tiene una segunda oportunidad, no podrá valorar la vida más de lo que ya lo
hizo… pienso en por qué habrá perdido el control de la moto, pienso en Fausto, que ahora es David y no será más libre, pienso en mi salud y que aún
camino y puedo moverme, pienso en que estoy viva y aún con limitaciones soy
libre…
¿Cómo he estado
ocupando mi libertad hasta ahora? ¿Qué haré de aquí en adelante? Hay
situaciones que nos llevan a poner la vida en perspectiva. Todo a cambiado un
poco ahora...
La vida es un desafío constante.
ResponderBorrarUn abrazo.
Por algo siempre evito los uber, nunca se sabe.
ResponderBorrarInteresante historia, bien redactada-
Saludos,
J.
la vida p puede cambiar en un solo instante, por eso hay que vivirla con mayúsculas...
ResponderBorrarojalá hayas mejorado, te dejo besos