lunes, 9 de marzo de 2015
martes, 3 de febrero de 2015
La
gente camina a mi lado
La gente habla cerca de mí
La gente se abraza
Se besa
Se mira…
Yo solo estoy ahí.
Camino torpemente
y elevo la mirada, mi mente vuela y visita la cordillera, ve el nacimiento de
las nubes, se regocija en la soledad de la montaña y luego vuelve, vuelve a mi
cuerpo, a tomar la tarjeta, a subir a la micro, a decir “hola” sin obtener
respuesta...
La gente se sienta
La gente camina
La gente se empuja
Se
odia…
Yo quedo lejos, en un
mundo ajeno, aislada entre el paisaje de la ventana y el tumulto de la micro. La
vida se me va lentamente por los ojos, los suspiros se van volando y se juntan
con las nubes allá en el cielo.
Tengo frio aunque el sol
me llega en la cara, tengo frío y se me va el alma. Abrazo al frío y me hago
frio. Soy frio y recorro el lugar; me poso en las manos de un anciano, en la
mejilla de una mujer, en la cabeza de un bebé. Todos me ahuyentan, nadie me
quiere. ¡Oh! ¡Qué frío hace! Se quejan y yo vuelvo a mi cuerpo, vuelvo a mis
pies, a moverme lentamente a bajar de la micro a enfrentar a más gente.
Bajo la vista, camino
lento, veo el cemento gris a mis pies y veo los pies de más gente; pies
rápidos, pies coloridos, pies paranoicos, pies perdidos. Los míos saben dónde
van mas no saben si quieren llegar…
Mi mente viaja; se va al
futuro a buscar sonrisas, a buscar caricias, a buscar razones… pero no las
encuentra y vuelve a mi cuerpo, vuelve a los pasos cansados, a la mirada
cristalina, a ver el semáforo, a detener mi andar de puro automatismo, a ver el
auto gris acercarse, a caminar rápido y no pensar más…
Mi mente vuela, se va a un lugar distinto, donde no tengo
frío, donde no esquivo miradas, donde no temo a los otros, donde no temo a mí
misma. Mi mente vuela y se queda allí, y no vuelve a mi cuerpo, ya no
vuelve…
miércoles, 14 de enero de 2015
Cargo la
tristeza atávica de un mundo herido
Soy una
pequeña fuga en el tormento del mar
Me atraviesa
el llanto de todas las generaciones
Soy yo misma la tristeza de la humanidad
Pero la
tristeza me ahoga con fuerza profunda;
Veo la
miseria de la humanidad
Lloro los
ríos de tiempos remotos
Me duele el
mundo venido a mar
Soy yo misma la herida abierta
No quiero que veas esta inmensidad;
Locura absurda, dolor infinito
Nadie merece tanta atrocidad
Desarmo paredes
Me desplomo en vida...
Soy el abismo que todo lo ha de tragar.
jueves, 8 de enero de 2015
Proyecciones
Voy en la
micro camino al trabajo, con el sol en los ojos y el miedo en las manos. No
quiero estar aquí… ni allá, ni en ningún lugar de este mundo, eso ya desde hace
mucho tiempo. Hoy es lunes y la existencia me abruma; tengo miedo de seguir
respirando el mismo aire sucio de todos los días, seguir viviendo así como una
muerta conteniendo los gritos de terror. Voy sentada en la micro intentando
contener el miedo, respirando profundo, pensando que no hay motivo para temer, mirando
por la ventana, respirando profundo otra vez… Entonces un hombre se sienta a mi
lado, lo miro de reojo solo para asegurarme que es un desconocido; es grande y
macizo, lleva el pelo despeinado y la camisa desabrochada. No me interesa mucho
y vuelvo a la ventana; ¡que bellos son
los árboles! que quieta e insípida su vida… soy un árbol cuyas raíces le
permiten moverse hasta el trabajo, pero no hasta sus sueños…
Pienso en la
vida, en lo que quiero, en lo que soy… entonces, el brazo izquierdo del hombre
a mi lado comienza a rozar mi brazo derecho. Lo detesto. Muevo sutilmente mi
brazo, apego mi cuerpo al lado de la ventana y me refugio en el impermanente
paisaje, solo para percibir con un desagradable escalofrío que
el hombre vuelve a rozar su brazo contra el mío. Nunca me ha gustado el
contacto físico, aunque sea mínimo, sin mala voluntad siempre intento
sutilmente apartarme del toque ajeno. Con un poco de molestia vuelvo a moverme
para alejarme de él, me apego aún más a la ventana y veo a un niño caer en
bicicleta y a un perro que lo observaba sobresaltarse por lo sucedido yo sonrío
al pensar que el perro ve al niño y yo veo al perro y alguien me ve a mí. En medio
de ese pensamiento siento nuevamente el toque de ese hombre en mi brazo; vuelvo
a sentir que un desagradable rayo recorre mi cuerpo y me muevo aún más apegándome
a la ventana, entonces el hombre enfurecido comienza a gritarme:
-
¿Te crees
mejor que yo solo porque eres bonita? ¿Tanto asco te da tocarme? Estoy seguro
que cuando estás con él dejas que te toquetee entera, entonces si te gusta ¿no?
¡Maldita prostituta! –terminó gritando-.
El mundo ha dado un giro y yo
estoy en shock; no comprendo bien si me está hablando a mi o no. Todos en la
micro voltean convencidos de que he de conocer a ese hombre, pero en un rápido
repaso a mi memoria obtengo la convicción de que es la primera vez que le veo.
-
¿Qué le pasa? -Le pregunto convencida de
que el hombre lleva un problema de reconocimiento facial o control de impulsos-
Creo que me está confundiendo.
-
¿Qué me
pasa? ¿Me preguntas qué me pasa? ¡Te he visto con él! Te vi, vi como lo
abrazabas, como se besaban, como entraba a tu casa y se perdía contigo allí dentro.
¡Sé lo que haces Alejandra! ¡No intentes engañarme!
Miré al sujeto francamente
asustada por su amenazante tono de voz, me aseguré bien de no llamarme Alejandra,
de no conocerlo… no sé qué le sucede
pero estoy segura de que no tiene que ver conmigo.
-
Señor, yo
no me llamo Alejandra –digo con un tono de voz de absoluta sumisión-.
-
¡Cállate! –dice
mientras se levanta del asiento solo para gritarme mejor- ¿Crees que tienes derecho a decirme algo? No mereces el aire que
respiras, no mereces todo este tiempo junto a mi
El sujeto se abalanzó entonces contra mí para golpearme y yo protegí mi
cabeza con mis brazos. Escuché como las persona en la micro comenzaban a
gritarle al sujeto y al no sentir ningún golpe me descubrí el rostro, vi que el
hombre tras nosotros lo había detenido justo antes de que me pegara. Entonces
todos en la micro se hicieron parte de la historia; unos me defendían a mí,
decían que me dejara tranquila, que soy una mujer, que no debía pegarme. Otros
me gritaban perra y decían que lo merecía por haberlo engañado ¡pero yo nunca
lo había visto en mi vida! Los hombres comenzaron a hablar, quien le prohibió
pegarme intentaba razonar con él mientras yo permanecía impávida
-
No hagas
esto amigo, está mal y lo sabes
-
¡Ella me
engañó! ¡Dijo que me quería!
-
Yo no soy
quien tú piensas! –gritaba yo entre medio- ¡me estás confundiendo!
-
¡Claro que
no eres quien pienso! Me has engañado todo este tiempo –contestaba al borde
del llanto-.
-
Ey! Amigo,
dejala, ella no vale la pena… vamos -decía el hombre intentando alejarlo de mi-.
Por algún
motivo, escucharle decir a ese desconocido que yo no valgo la pena, me llegó muy profundo, mucho. ¿Yo no valgo la pena? ¿Quién era él para decir eso? Todo era absurdo de
pronto. Yo estaba bien hundiéndome lentamente en la ciénaga de mi tristeza y de
pronto me llamo Alejandra, no valgo la pena y he engañado a este hombre con un
amante, posiblemente mucho mejor que él. Quería volver a mi calmada tristeza, quería
volver a tener miedo de la existencia y angustia por mi vida… ¿Quería? ¿Quería eso?
De
pronto yo no era yo, era Alejandra… y me acababan de decir que no valgo la pena…
-
¿Quién te
crees que eres? Claro que valgo la pena –grité enfurecida- No me vas a tratar mal a mi solo para
consolar a este tipo
-
Ayer
querido, ayer. Ayer cuando tenías vida corriéndote en las venas, cuando tenías
sueños que cumplir, cuando tenías alas y me prometías otros mundos. Mírate
ahora, gris y lúgubre...
-
Es el
trabajo que me tiene así… lo sabes… cariño ven…
Algo pasó entonces, yo contesté
como una tal Alejandra y él en medio de la tristeza quiso que
Alejandra
volviera y todos en la micro comenzaron a gritar sus opiniones al respecto. Que
me perdonara, que me olvidara, que merecía algo mejor, que nos diéramos un beso y nos callaramos…
Todo era absurdo y aún así seguí respondiendo
-
Yo también
trabajo, pero eso no me impide amar José
-
Yo no me
llamó José -dijo sorprendido y con una expresión aterrada-.
-
Ni yo
Alejandra -respondí calmada-.
Toda la micro
quedó en silencio. El hombre totalmente estupefacto me miró y se disculpó
conmigo; “disculpe señorita, la he confundido”. Llegó mi parada, toqué el
timbre y bajé. No sé que acaba de pasar aquí, quizás solo es una muestra de que
el mundo es absurdo. Ahora camino a mi trabajo y pienso en ese hombre extraño,
en esas personas que se metieron, en toda esa historia de ficción, pienso en
todo y me rio sola… y pienso que el mundo es absurdo, demasiado absurdo como
para tomarlo en serio, demasiado absurdo como para sufrir por él.
viernes, 19 de diciembre de 2014
miércoles, 19 de noviembre de 2014
No entendía bien que sucedía, pero su percepción estaba de alguna forma
perturbada; veía los árboles quedar atrás dejando una estela en el camino, a
pesar de que iban a toda velocidad, parecía que éstos demoraban su paso y todo
el mundo iba más lento. Las montañas que se veían por la ventana no parecían
acercarse ni un milímetro y los pájaros que sobrevolaban el camino de pronto
parecieron detenerse en medio del cielo.
Todo parecía ir en cámara lenta pero nadie más que Ania lo notaba. Alguna
vez escuchó en televisión que los segundos antes de morir las personas
percibían todo más lento y de una forma más precisa, como si se observara por
primera vez en una especie de despedida de este mundo. Ania pensó que lo
que vivía era aterradoramente similar a lo descrito en la T.V. Y comenzó a
plantearse seriamente la posibilidad de morir en el transcurso de aquel viaje.
Su primera reacción fue de pánico, a pesar de que ninguno de los presentes en
ese automóvil se percató del miedo que invadió a la muchacha, éste fue sin duda
él más intenso sentido en sus 20 años.
Ania fijó la vista en un monte lejano e intentó en vano desaparecer el
“irracional” miedo que de ella se apoderaba. Pasaron segundos que se sintieron
como horas y de pronto una pregunta insensata rompió el pánico que la muchacha
sentía ¿Qué tiene de malo morir? Un torbellino de respuestas preinstaladas en
su cabeza por familiares y amigos intentaron contestar la pregunta, pero
ninguna de una forma convincente, y fue precisamente la ausencia de esa
respuesta la que eliminó por completo el miedo que tenía.
¿Qué tiene de malo morir?
Con los pensamientos algo más calmados, y sin una respuesta para tal interrogante Ania se planteó su posible muerte como una alternativa más que probable dadas las extrañísimas circunstancias que vivía ¿Qué pasaría si yo muriera? –se preguntó- y al instante vinieron a su cabeza una serie de imágenes; sus padres llorando, pero aliviados de la deuda que significaba su educación. Sus amigos reunidos, pero olvidando paulatinamente que Ania alguna vez existió. Su novio triste… pero recuperándose y volviendo a enamorarse. La vida sigue si ella fallece y es este descubrimiento el que entrega a la muchacha un valor sorprendente.
Ya no teme a la muerte,
la busca,
la ansia,
la desea…
Pasan tres segundos, y el mundo se detiene. Las nubes que desde hace un
tiempo cubrían el cielo comienzan a dejar caer el agua sobre el
camino, la primera gota de lluvia se desprende de su nube al tiempo que Ania se
percata de no sentir ningún miedo a la muerte. La pequeña gotita comienza el
descenso y la muchacha ve como todo va tan lento que parece que el movimiento no
existe. La primera gota de lluvia toma velocidad y Ania acepta que morirá… la
lluvia toca el suelo y el automóvil rojo choca con un camión que venía en
dirección contraria fuera de control.
Sin que queden sobrevivientes la lluvia comienza en su máximo esplendor.
Sin que queden sobrevivientes la lluvia comienza en su máximo esplendor.
viernes, 31 de octubre de 2014
23
La cosa es que he cumplido años; ya tengo 23 y el mundo sigue
avanzando.
Los pe da zos de lo que una vez fue mi corazón vuelven a unirse con parsimonia... pero el resultado
es una masa deforme que
aún no aprende a palpitar.
¿Quién le va a enseñar?
Cada vez que estoy de cumpleaños llevo la vista hacia el
pasado, recuerdo todos esos octubres en que aún con tristeza “el próximo año
sería mejor”. Este Octubre la vida no me alcanzó para eso; ya no hay más
esperanzas absurdas, no hay futuro, no hay metas, no hay sueños…
El mundo entero cae en una decisión.
No tengo
cadenas que me aten, ni brújula que me guíe.
Las alas
pueden llevarme a cualquier parte
¿En qué dirección
soplará el viento?
¿En qué lugar me encontraré de nuevo?
domingo, 5 de octubre de 2014
La vida
Tú y Él
Yo y Tú
Él y yo.
El tiempo,
El espacio
La luna y el sol
El sol en el colchón
mi colchón
nuestro colchón
Tú que no eres él
No eres él
No eres él
Yo que no soy yo
No soy yo
No soy yo...
miércoles, 24 de septiembre de 2014
Susana
Reviven en mí los atávicos
deseos de dar muerte a todo ser estúpido e inocuo que roza siquiera el aire que
respiro. La necesidad imperante de exterminar de todo sitio a aquellos seres
que usurpan el lugar que unas flores ocuparían de forma mucho más útil y
grácil. Me detengo un segundo a
pensar en la forma en que estos seres -si es que pudiesen merecer tal
consideración- deberían alcanzar la muerte y no logro llegar a una conclusión que
me parezca lo suficientemente satisfactoria, pues su bajeza y nulidad impide
que un ser más elevado y erudito se rebaje siquiera a hacer el esfuerzo de
liberar la sangre que corre por sus venas o a tomar en sí aunque sea una
liviana parte de su peso inmundo.
Enciendo un cigarro mientras miro por el balcón y contemplo con desprecio aquellos muñecos que torpemente se mueven por las aceras aún húmedas... Entonces, veo su figura pálida cruzar por la plazoleta que está a mis pies, sus ojos se acercan a mi lentamente; sus ojos, sus ojos y nada más ¡solo eso existe! Si hace un segundo pensaba en como la miseria humana que me rodeaba merecía la aniquilación, ahora todas esas arpías conspiradoras y sucias me parecen un poco más tolerables por la sola presencia de esos ojos de mar profundo mirándome.
Entonces ella, pequeña y frágil doncella levanta su mano izquierda con lentitud parsimoniosa y forma con su tierna mano la figura de una pistola con la que me apunta directo al corazón.
¡Oh el mundo! ¡Oh mi vida! como es frágil el sentir de un hombre al encontrarse -aun imaginariamente- en esa situación. "P-i-u-m" dice lentamente la muchacha con gesticulación exagerada mientras su mano pistolera me apunta con firmeza. Entonces lo sé; me ha dado. Yazco imaginariamente muerto en mi balcón, ella lo hizo, ella me mató y por una razón que desconozco quisiera correr a sus brazos y estrecharla contra mí, quisiera llorar mientras la abrazo y finjo que no existe un mundo fuera de ella y de mí. Instintivamente me muevo en dirección a la puerta cuando escucho el estruendoso sonido de un golpe seco, frenos tardíos y huesos quebrándose contra el pavimento. Son sus huesos y lo sé aún antes de ser consciente de ello; es su delicado brazo el que se ha quebrado, es su sutil cuerpo el que ha recibido el golpe de aquella máquina de metal, es su grácil alma la que me ha abandonado antes de permitirme siquiera saber su nombre. No quiero abrir los ojos, no quiero constatar lo que mi mente ya sabe.
La multitud; esos sucios seres llenos de corrupción y engaño osan acercarse al cuerpo ahora inerte de mi pequeña Susana. Susana, sí. Así la he llamado, con ese nombre quedará en mí.
Persisto inmóvil en lo que no han sido más que segundos y me niego aún a abrir los ojos como si ese gesto infantil mantuviese a la realidad lejos de mí, pero escucho a ese gentío y su sorpresa volverse un tumulto bullicioso bajo mi balcón y de eso no puedo escapar. ¡Oh! ¡Susana! cuanto ansié rodearte con mis brazos y llorar sobre tu pelo lacio las penas de las que tú me librabas ¡cómo fueron dulces los segundos previos a éste, tu fatal destino!. Abro los ojos con lentitud abrumadora y sigo el impulso antes coartado por el estrepitoso sonido de la muerte, el movimiento de mi cuerpo continúa en dirección a la puerta y casi sin consciencia estoy fuera, en la calle húmeda sin zapatos, y con el alma compungida.
Susana –¡oh! ¡Mi Susana!- muerta a los pies de mi balcón, su sangre aún viva escapa de su cuerpo y llena la acera de un rojo profundo, casi tan profundo como el azul de sus ojos...
Me acerco al cuerpo sin vida y soy testigo -como tantos otros- de lo que allí acontece. Quiero abrazarla pero sé que está muerta. Pienso en las flores que ocuparían su sitio y siento la tristeza del saber que nada, nunca, podrá ocupar realmente el espacio que en mí la aguardaba. Desolación.
Fijo entonces mi mirada en su sangre esparramada por el suelo y la deseo, porque es parte de ella y su rojo aún vive, porque no abracé a Susana y quiero abrazar lo que es parte de ella. Me lanzo a la poza que se ha formado y me revuelco en ella como si la abrazara ante la mirada de asombro y espanto de aquellos viles seres que antes repudiaba. Las mujeres alejan a los niños de aquel espectáculo mientras voltean la vista y se alejan, los hombres confusos no saben qué hacer y comienzan a vociferar palabras que no comprendo, no quiero entender. Susana, ¡oh! ¡Susana!.
Una ambulancia tardía llega y unos hombres intentan separarme de la sangre de mi Susana. Grito guturalmente palabras que no existen mientras intento zafarme de la prensión de esos desconocidos, pero mi esfuerzo cesa súbitamente al escuchar a un paramédico que lee los documentos que encontró en su Billetera; “Susana, 23 años. Una lástima, linda chica”.
“El loco en otra ambulancia” –sentencian- y yo me acabo ahí mismo. Soy todo eco…
Ella me mató dos veces hoy.
Enciendo un cigarro mientras miro por el balcón y contemplo con desprecio aquellos muñecos que torpemente se mueven por las aceras aún húmedas... Entonces, veo su figura pálida cruzar por la plazoleta que está a mis pies, sus ojos se acercan a mi lentamente; sus ojos, sus ojos y nada más ¡solo eso existe! Si hace un segundo pensaba en como la miseria humana que me rodeaba merecía la aniquilación, ahora todas esas arpías conspiradoras y sucias me parecen un poco más tolerables por la sola presencia de esos ojos de mar profundo mirándome.
Entonces ella, pequeña y frágil doncella levanta su mano izquierda con lentitud parsimoniosa y forma con su tierna mano la figura de una pistola con la que me apunta directo al corazón.
¡Oh el mundo! ¡Oh mi vida! como es frágil el sentir de un hombre al encontrarse -aun imaginariamente- en esa situación. "P-i-u-m" dice lentamente la muchacha con gesticulación exagerada mientras su mano pistolera me apunta con firmeza. Entonces lo sé; me ha dado. Yazco imaginariamente muerto en mi balcón, ella lo hizo, ella me mató y por una razón que desconozco quisiera correr a sus brazos y estrecharla contra mí, quisiera llorar mientras la abrazo y finjo que no existe un mundo fuera de ella y de mí. Instintivamente me muevo en dirección a la puerta cuando escucho el estruendoso sonido de un golpe seco, frenos tardíos y huesos quebrándose contra el pavimento. Son sus huesos y lo sé aún antes de ser consciente de ello; es su delicado brazo el que se ha quebrado, es su sutil cuerpo el que ha recibido el golpe de aquella máquina de metal, es su grácil alma la que me ha abandonado antes de permitirme siquiera saber su nombre. No quiero abrir los ojos, no quiero constatar lo que mi mente ya sabe.
La multitud; esos sucios seres llenos de corrupción y engaño osan acercarse al cuerpo ahora inerte de mi pequeña Susana. Susana, sí. Así la he llamado, con ese nombre quedará en mí.
Persisto inmóvil en lo que no han sido más que segundos y me niego aún a abrir los ojos como si ese gesto infantil mantuviese a la realidad lejos de mí, pero escucho a ese gentío y su sorpresa volverse un tumulto bullicioso bajo mi balcón y de eso no puedo escapar. ¡Oh! ¡Susana! cuanto ansié rodearte con mis brazos y llorar sobre tu pelo lacio las penas de las que tú me librabas ¡cómo fueron dulces los segundos previos a éste, tu fatal destino!. Abro los ojos con lentitud abrumadora y sigo el impulso antes coartado por el estrepitoso sonido de la muerte, el movimiento de mi cuerpo continúa en dirección a la puerta y casi sin consciencia estoy fuera, en la calle húmeda sin zapatos, y con el alma compungida.
Susana –¡oh! ¡Mi Susana!- muerta a los pies de mi balcón, su sangre aún viva escapa de su cuerpo y llena la acera de un rojo profundo, casi tan profundo como el azul de sus ojos...
Me acerco al cuerpo sin vida y soy testigo -como tantos otros- de lo que allí acontece. Quiero abrazarla pero sé que está muerta. Pienso en las flores que ocuparían su sitio y siento la tristeza del saber que nada, nunca, podrá ocupar realmente el espacio que en mí la aguardaba. Desolación.
Fijo entonces mi mirada en su sangre esparramada por el suelo y la deseo, porque es parte de ella y su rojo aún vive, porque no abracé a Susana y quiero abrazar lo que es parte de ella. Me lanzo a la poza que se ha formado y me revuelco en ella como si la abrazara ante la mirada de asombro y espanto de aquellos viles seres que antes repudiaba. Las mujeres alejan a los niños de aquel espectáculo mientras voltean la vista y se alejan, los hombres confusos no saben qué hacer y comienzan a vociferar palabras que no comprendo, no quiero entender. Susana, ¡oh! ¡Susana!.
Una ambulancia tardía llega y unos hombres intentan separarme de la sangre de mi Susana. Grito guturalmente palabras que no existen mientras intento zafarme de la prensión de esos desconocidos, pero mi esfuerzo cesa súbitamente al escuchar a un paramédico que lee los documentos que encontró en su Billetera; “Susana, 23 años. Una lástima, linda chica”.
“El loco en otra ambulancia” –sentencian- y yo me acabo ahí mismo. Soy todo eco…
Ella me mató dos veces hoy.
domingo, 7 de septiembre de 2014
¿Este dolor?
¿Esta agonía?
Abro mis ojos y fijo la vista en las rugosidades del techo, poco a poco comienzo a sentir los sonidos de la ciudad que despierta y el dolor en mi pecho comienza a crecer.
Otro día comienza.
Hace tiempo dejé de pensar en levantarme o no hacerlo, hace tiempo dejé de tener la libertad de decidir qué hacer con mi vida. Debo levantarme, debo trabajar, debo simular felicidad, ser amable con las personas ¿qué culpa tienen ellos del muerto en mi cabeza? Me ducho y disfruto genuinamente de esos minutos bajo el agua, disfruto y lloro, lloro por haber despertado, lloro porque aún me dueles, lloro por tener que seguir, seguir y salir afuera...
A veces camino por la calle y pienso cuantas de todas esas personas están sufriendo por amor ¿Cuantos llevan los pedazos de su corazón escondido? ¿cuantos van fingiendo sonrisas como yo? ¿cómo soporta el mundo tanto dolor?
Me gusta el viaje al trabajo, ir en el bus, mirar por la ventana y que nada más exista. Fantaseo con la idea de no llegar a trabajar, que algo inesperado suceda y cambie mi día y mi vida para siempre; un accidente, alguien que me secuestre, un meteorito cayendo en mi cabeza y acabando con mi existencia para siempre ¿lo sabrías? ¿te enterarías algún día de mi muerte? No, claro que no… hace tiempo has dejado de asomarte a mi ventana ¿que más da? solo soy el pasado, el error, el pecado...
Es un día gris, me asomo por la ventana del bus y elevo la vista a la cordillera, veo como la tormenta se avecina. Pienso que al volver quisiera compartir un café contigo y me sorprendo llorando otra vez.
Ya no estás, hace tiempo no estás ¿por qué te imagino aun en mis planes?
Llego al colegio donde debo trabajar y un niño confiesa su amor por mi, y me odio, me odio con fuerza, con toda la fuerza del mundo, me detesto y me desmayo, todo es negro… como quisiera que todo se quedara así…
Despierto un momento más tarde, con las profesoras rodeándome y la directora preguntando si quiero que llamen a alguien que vaya por mi ¿Alguien? como si hubiese alguien para mi en esta enorme ciudad... Me disculpo, ya estoy bien, a sido una baja de presión… no es nada, no es nada, no se preocupen, estoy bien, sonrío y me creen.
Salgo del colegio y la tormenta estalla y con ella mi corazón, algo dentro muy dentro explota y caigo en la tierra y lloro a gritos y agradezco trabajar en un lugar tan alejado, agradezco que no haya nadie cerca, agradezco la soledad en que vivo mi dolor y grito, grito más, y maldigo mi dolor y me maldigo a mi y a ti a la vez…
Es el día en que he decidido que es demasiado para mí, que no puedo seguir cargando tu ausencia, tu silencio, tus mentiras…
Es el día que decido ya no seguir.
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Me gustaría poder explicarte lo difícil que me resulta hablar... Hablar y que me escuchen... Hablar y escuchar mi voz... Es como si al habl...
-
( 16 , 17 , 18 , 19 , 20 , 21 , 22 , 23 ) Llevo la mirada hacia atrás y descubro antiguos mundos que son parte de este; la felicidad a...
-
Algún recuerdo olvidado se ha clavado en mi pecho y ha abierto una herida demasiado grande. Mi pecho es ahora un vacío profundo del que s...