He estado desaparecida...
Rota más bien diría
He dejado una huella de sangre por donde he pasado
Pero la gente solo ha visto la sonrisa melancólica...
Hoy tuve mi primera sesión de psicoterapia. La oficina quedaba lejos, muy lejos... casi llegando a la cordillera, en un lugar donde los edificios casi topan el cielo, donde hay muchos, árboles, mucho pasto... un lugar donde el canto de los pájaros no se ahoga en el ruido de la ciudad... era como estar en otro Chile, uno donde se puede admirar la cordillera, se puede estar cerca de la naturaleza, se puede ver cosas lindas donde la mirada se pose...
Era una extraña en el barrio, miraba a todas partes, no me quería perder nada; los edificios, los pequeños jardines, los grandes parques, las flores maravillosamente mantenidas, el pasto que definitivamente es más verde que en las otras comunas...
En ese contexto llego a la oficina de mi psicóloga, una mujer amable, aparentemente sencilla que trabaja con algo de lo que no sé mucho; caja de arena. La primera sesión le cuento un poco de mi vida, con la voz quebrada, en un llano de exactos 40 minutos, salgo de ahí igual de triste que como llegué... pero con la esperanza de que podrá ayudarme. Me admiro de lo hábil que fue para cortar la sesión en el tiempo justo sin hacerme sentir limitada o poco acompañada... eso me da confianza.
Salgo de la oficina y vuelvo al mundo de cuentos de hada donde todo es perfecto, no hay basura en las calles ni grafitis en los muros. Hay niños jugando en los parques y muchos autos en los estacionamientos de los colegios porque al parecer se estila hacer actividades familiares los domingos. Hay colores, cordillera, sol, vida... Decido caminar 30 minutos explorando el lugar todo es tan lindo, saco fotos por aquí y por allá, no tengo miedo de que alguien me robe el celular y me siento libre de una forma nueva... cuando mi cuerpo no da más me subo a una micro... vuelvo a los lugares conocidos... el verde se apaga igual que la cantidad de vidrio en los edificios, aparece más gente, cada vez más cansancio en sus rostros... me acerco a mi parada y decido no bajar porque algo en mi no quiere quedarse con la linda sensación del paisaje que he visto. La micro emprende su recorrido "plaza Italia para abajo" conozco todo, el contraste aún no es muy grande solo más gris y más gente amontonada, cada vez la micro baja un poco más... la estética se pierde igual que el verde, la gente tranquila paseando ya no existe, hay trabajadores, gente corriendo, gente intentando caminar por entre el tumulto, gente siendo tumulto... la micro dobla y entro en la zona desconocida; tengo miedo, no conozco nada, no puedo sacar el celular libremente, no hay verde, todo es gris incluso la cara de la gente, hay basura en las calles, hay grafitis por todas partes, el espacio parece pequeño, las casas se amontonan, se observa el paso de los años en cada desteñida construcción... solo hay dos pasajeros más en la micro, dos vagabundos, las construcciones se pierden, las calles se hacen pequeñas y entonces siento miedo y bajo a la primera que veo el signo del metro; mi viaje acabó.
Me subo al metro y vuelvo a mi casa.
No puedo olvidar los contrastes que vi hoy... no puedo olvidar que, si sigo yendo a esta terapia gastaré en cuatro sesiones más del sueldo mensual de muchas de esas familias, no puedo parar de pensar en los contrastes que hay en el mundo, en la vida... y en mi mente.
Ha llegado la hora de bajar a mis propios suburbios... ha lo que he dejado fuera, las partes menos lindas de la psique, las olvidadas mientras intentaba ser la niña perfecta... Ahora comienzo a descender... mi propio viaje "plaza Italia hacia abajo", ahí donde se forja la vida de las personas que más vale la pena conocer en la vida; los que han pasado por su infierno y han salido de él.
Siempre creído que los mejores psicólogos son un par de buenos amigos con una caja de cervezas bien frías besos
ResponderBorrarInteresante como lo describes, buena reflexión así y todo si crees que la terapia te ayudará inténtalo
ResponderBorrar