Leo tu último mail cada dos o tres
días. Cuando estoy triste duermo con tu polerón gigante que dejaste abandonado
en mi casa (a mí me queda gigante, caigo dos veces y media en él). Cuando abro
la caja de la leche, siempre me acuerdo que tú me dijiste que no eran
necesarias las tijeras para abrirla “¿para qué crees que es la línea punteada?”
preguntaste… yo no respondí pero pensaba que era para mostrar el camino donde
debían pasar las tijeras. A veces tomo la mariposa de mi cadenita e intento
moverla, pero no puedo porque una vez se salió y tú la arreglaste y la dejaste
presa en un eslabón de la cadena; ahora no puede dar vueltas por toda la
cadena, pero la tomo y muevo toda la cadena con ella y me da cosquillas en el
cuello. Escribo al menos dos veces a la semana cosas que no te mando y me leo
libros de Bukowski cada vez que te echo de menos...
Ayer me di cuenta que cuando uno se aleja de
alguien realmente no es el adiós, el adiós de verdad es cuando viene otra
persona a tu vida y debes decidir si le abres las puertas y dejas que intente
rehacer el jardín o pasas de eso y sigues en tu vida llena de recuerdos y de
cosas que no serán… Pero creo que tu polerón es demasiado reconfortante y que
me gusta sonreír cada vez que abro una caja de leche y que es agradable sentir
cosquillas y pensar en ti y que en realidad Bukowski no está nada de mal…
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