lunes, 2 de diciembre de 2013

Tu cara se derrite ante mí como la cera; tus gestos antes amados son ahora solo aberraciones. 
Mi cuerpo entero vomita los recuerdos de tus cínicas caricias y el asco invade cada espacio entre mis células.

Un ser despreciable en su máxima forma, un monstruo atávico disfrazado de girasoles marchitos. 
Te odio casi la mitad de lo que me odio a mí misma por haberte querido.

Mi alma requiere extinguirte de mí, borrarte de mis labios, de mi piel y mis huesos.  
El malvado eco de mi cráneo clama sangre;  cortar los labios, arañar la piel, triturar mis huesos. 
Licuar mi corazón y dárselo de beber al árbol que muere entre nosotros.

No basta morir, no basta desaparecer, no basta anular la maldita mente que me llevó a quererte. Es preciso desmembrar cada trozo de mi ser; reducirlo a su mínima expresión y aún entonces seguir orando para que aquel maleficio se marche de la yo que ha muerto.


Una puta ríe a carcajadas en la esquina. Se burla de la estupidez de los corazones crédulos y las pieles ansiosas, se burla de la gente que se traga las palabras vacías que dicen otros que no los conocen.  
Ella sale indemne de todas sus luchas.  

Yo; maldita y desgraciada, soy la carroña despreciada por los gusanos. 

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