Gerardo, en tanto, sentado en el sofá veía el fútbol de cada sábado y gritaba contra los árbitros como si pudieran escucharlo. No sintió a Isabel cuando entró en la habitación y mucho menos cuando se sentó en una silla cerca de él, no se dio cuenta cuando Isabel comenzó a llorar y tampoco cuando paró.
- ¿Cuando te fuiste viejo?-preguntó Isabel con nostalgia.
- ¿Cómo que cuando me fuí? ¿no me vei' que estoy acá?
Ahí estaba Gerardo, con su chaleco gastado y su taza de café, en la misma posición expectante de cada sábado pero con el pelo más blanco que ayer. Isabel dejó su tejido sin comenzar, se acercó a Gerardo, tomó su cara con ambas manos y miró sus ojos en profundidad, quería encontrar algo en el fondo de sus pupilas, algo que explicara el motivo de todo ese tiempo, el secreto de esos años, lo que tanto los había unido... pero ya no lo encontró.
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