La
gente camina a mi lado
La gente habla cerca de mí
La gente se abraza
Se besa
Se mira…
Yo solo estoy ahí.
Camino torpemente
y elevo la mirada, mi mente vuela y visita la cordillera, ve el nacimiento de
las nubes, se regocija en la soledad de la montaña y luego vuelve, vuelve a mi
cuerpo, a tomar la tarjeta, a subir a la micro, a decir “hola” sin obtener
respuesta...
La gente se sienta
La gente camina
La gente se empuja
Se
odia…
Yo quedo lejos, en un
mundo ajeno, aislada entre el paisaje de la ventana y el tumulto de la micro. La
vida se me va lentamente por los ojos, los suspiros se van volando y se juntan
con las nubes allá en el cielo.
Tengo frio aunque el sol
me llega en la cara, tengo frío y se me va el alma. Abrazo al frío y me hago
frio. Soy frio y recorro el lugar; me poso en las manos de un anciano, en la
mejilla de una mujer, en la cabeza de un bebé. Todos me ahuyentan, nadie me
quiere. ¡Oh! ¡Qué frío hace! Se quejan y yo vuelvo a mi cuerpo, vuelvo a mis
pies, a moverme lentamente a bajar de la micro a enfrentar a más gente.
Bajo la vista, camino
lento, veo el cemento gris a mis pies y veo los pies de más gente; pies
rápidos, pies coloridos, pies paranoicos, pies perdidos. Los míos saben dónde
van mas no saben si quieren llegar…
Mi mente viaja; se va al
futuro a buscar sonrisas, a buscar caricias, a buscar razones… pero no las
encuentra y vuelve a mi cuerpo, vuelve a los pasos cansados, a la mirada
cristalina, a ver el semáforo, a detener mi andar de puro automatismo, a ver el
auto gris acercarse, a caminar rápido y no pensar más…
Mi mente vuela, se va a un lugar distinto, donde no tengo
frío, donde no esquivo miradas, donde no temo a los otros, donde no temo a mí
misma. Mi mente vuela y se queda allí, y no vuelve a mi cuerpo, ya no
vuelve…