
Todo parecía ir en cámara lenta pero nadie más que Ania lo notaba. Alguna
vez escuchó en televisión que los segundos antes de morir las personas
percibían todo más lento y de una forma más precisa, como si se observara por
primera vez en una especie de despedida de este mundo. Ania pensó que lo
que vivía era aterradoramente similar a lo descrito en la T.V. Y comenzó a
plantearse seriamente la posibilidad de morir en el transcurso de aquel viaje.
Su primera reacción fue de pánico, a pesar de que ninguno de los presentes en
ese automóvil se percató del miedo que invadió a la muchacha, éste fue sin duda
él más intenso sentido en sus 20 años.
¿Qué tiene de malo morir?
Con los pensamientos algo más calmados, y sin una respuesta para tal interrogante Ania se planteó su posible muerte como una alternativa más que probable dadas las extrañísimas circunstancias que vivía ¿Qué pasaría si yo muriera? –se preguntó- y al instante vinieron a su cabeza una serie de imágenes; sus padres llorando, pero aliviados de la deuda que significaba su educación. Sus amigos reunidos, pero olvidando paulatinamente que Ania alguna vez existió. Su novio triste… pero recuperándose y volviendo a enamorarse. La vida sigue si ella fallece y es este descubrimiento el que entrega a la muchacha un valor sorprendente.
Ya no teme a la muerte,
la busca,
la ansia,
la desea…

Sin que queden sobrevivientes la lluvia comienza en su máximo esplendor.