Voy en la
micro camino al trabajo, con el sol en los ojos y el miedo en las manos. No
quiero estar aquí… ni allá, ni en ningún lugar de este mundo, eso ya desde hace
mucho tiempo. Hoy es lunes y la existencia me abruma; tengo miedo de seguir
respirando el mismo aire sucio de todos los días, seguir viviendo así como una
muerta conteniendo los gritos de terror. Voy sentada en la micro intentando
contener el miedo, respirando profundo, pensando que no hay motivo para temer, mirando
por la ventana, respirando profundo otra vez… Entonces un hombre se sienta a mi
lado, lo miro de reojo solo para asegurarme que es un desconocido; es grande y
macizo, lleva el pelo despeinado y la camisa desabrochada. No me interesa mucho
y vuelvo a la ventana; ¡que bellos son
los árboles! que quieta e insípida su vida… soy un árbol cuyas raíces le
permiten moverse hasta el trabajo, pero no hasta sus sueños…
Pienso en la
vida, en lo que quiero, en lo que soy… entonces, el brazo izquierdo del hombre
a mi lado comienza a rozar mi brazo derecho. Lo detesto. Muevo sutilmente mi
brazo, apego mi cuerpo al lado de la ventana y me refugio en el impermanente
paisaje, solo para percibir con un desagradable escalofrío que
el hombre vuelve a rozar su brazo contra el mío. Nunca me ha gustado el
contacto físico, aunque sea mínimo, sin mala voluntad siempre intento
sutilmente apartarme del toque ajeno. Con un poco de molestia vuelvo a moverme
para alejarme de él, me apego aún más a la ventana y veo a un niño caer en
bicicleta y a un perro que lo observaba sobresaltarse por lo sucedido yo sonrío
al pensar que el perro ve al niño y yo veo al perro y alguien me ve a mí. En medio
de ese pensamiento siento nuevamente el toque de ese hombre en mi brazo; vuelvo
a sentir que un desagradable rayo recorre mi cuerpo y me muevo aún más apegándome
a la ventana, entonces el hombre enfurecido comienza a gritarme:
-
¿Te crees
mejor que yo solo porque eres bonita? ¿Tanto asco te da tocarme? Estoy seguro
que cuando estás con él dejas que te toquetee entera, entonces si te gusta ¿no?
¡Maldita prostituta! –terminó gritando-.
El mundo ha dado un giro y yo
estoy en shock; no comprendo bien si me está hablando a mi o no. Todos en la
micro voltean convencidos de que he de conocer a ese hombre, pero en un rápido
repaso a mi memoria obtengo la convicción de que es la primera vez que le veo.
-
¿Qué le pasa? -Le pregunto convencida de
que el hombre lleva un problema de reconocimiento facial o control de impulsos-
Creo que me está confundiendo.
-
¿Qué me
pasa? ¿Me preguntas qué me pasa? ¡Te he visto con él! Te vi, vi como lo
abrazabas, como se besaban, como entraba a tu casa y se perdía contigo allí dentro.
¡Sé lo que haces Alejandra! ¡No intentes engañarme!
Miré al sujeto francamente
asustada por su amenazante tono de voz, me aseguré bien de no llamarme Alejandra,
de no conocerlo… no sé qué le sucede
pero estoy segura de que no tiene que ver conmigo.
-
Señor, yo
no me llamo Alejandra –digo con un tono de voz de absoluta sumisión-.
-
¡Cállate! –dice
mientras se levanta del asiento solo para gritarme mejor- ¿Crees que tienes derecho a decirme algo? No mereces el aire que
respiras, no mereces todo este tiempo junto a mi
El sujeto se abalanzó entonces contra mí para golpearme y yo protegí mi
cabeza con mis brazos. Escuché como las persona en la micro comenzaban a
gritarle al sujeto y al no sentir ningún golpe me descubrí el rostro, vi que el
hombre tras nosotros lo había detenido justo antes de que me pegara. Entonces
todos en la micro se hicieron parte de la historia; unos me defendían a mí,
decían que me dejara tranquila, que soy una mujer, que no debía pegarme. Otros
me gritaban perra y decían que lo merecía por haberlo engañado ¡pero yo nunca
lo había visto en mi vida! Los hombres comenzaron a hablar, quien le prohibió
pegarme intentaba razonar con él mientras yo permanecía impávida
-
No hagas
esto amigo, está mal y lo sabes
-
¡Ella me
engañó! ¡Dijo que me quería!
-
Yo no soy
quien tú piensas! –gritaba yo entre medio- ¡me estás confundiendo!
-
¡Claro que
no eres quien pienso! Me has engañado todo este tiempo –contestaba al borde
del llanto-.
-
Ey! Amigo,
dejala, ella no vale la pena… vamos -decía el hombre intentando alejarlo de mi-.
Por algún
motivo, escucharle decir a ese desconocido que yo no valgo la pena, me llegó muy profundo, mucho. ¿Yo no valgo la pena? ¿Quién era él para decir eso? Todo era absurdo de
pronto. Yo estaba bien hundiéndome lentamente en la ciénaga de mi tristeza y de
pronto me llamo Alejandra, no valgo la pena y he engañado a este hombre con un
amante, posiblemente mucho mejor que él. Quería volver a mi calmada tristeza, quería
volver a tener miedo de la existencia y angustia por mi vida… ¿Quería? ¿Quería eso?
De
pronto yo no era yo, era Alejandra… y me acababan de decir que no valgo la pena…
-
¿Quién te
crees que eres? Claro que valgo la pena –grité enfurecida- No me vas a tratar mal a mi solo para
consolar a este tipo
-
¿Tipo?
¿Ahora soy un tipo? Ayer era tu esposo
-
Ayer
querido, ayer. Ayer cuando tenías vida corriéndote en las venas, cuando tenías
sueños que cumplir, cuando tenías alas y me prometías otros mundos. Mírate
ahora, gris y lúgubre...
-
Es el
trabajo que me tiene así… lo sabes… cariño ven…
Algo pasó entonces, yo contesté
como una tal Alejandra y él en medio de la tristeza quiso que
Alejandra
volviera y todos en la micro comenzaron a gritar sus opiniones al respecto. Que
me perdonara, que me olvidara, que merecía algo mejor, que nos diéramos un beso y nos callaramos…
Todo era absurdo y aún así seguí respondiendo
-
Yo también
trabajo, pero eso no me impide amar José
-
Yo no me
llamó José -dijo sorprendido y con una expresión aterrada-.
-
Ni yo
Alejandra -respondí calmada-.
Toda la micro
quedó en silencio. El hombre totalmente estupefacto me miró y se disculpó
conmigo; “disculpe señorita, la he confundido”. Llegó mi parada, toqué el
timbre y bajé. No sé que acaba de pasar aquí, quizás solo es una muestra de que
el mundo es absurdo. Ahora camino a mi trabajo y pienso en ese hombre extraño,
en esas personas que se metieron, en toda esa historia de ficción, pienso en
todo y me rio sola… y pienso que el mundo es absurdo, demasiado absurdo como
para tomarlo en serio, demasiado absurdo como para sufrir por él.