domingo, 18 de agosto de 2013

V

                Andrea comenzó a llenar la tina con agua tibia. Hace mucho no se daba un baño de tina y tenía algunas sales guardadas... quizás era eso lo que necesitaba para recuperarse de lo que había sucedido. Debía pensar con calma las cosas, la propuesta de Alfredo la pilló con las defensas bajas ¿quería verlo? Es claro que le hubiese gustado verlo antes, cuando estaba deshecha, cuando no era más que mares pero ¿qué sentido tenía ahora? Ahora se estaba rearmando, estaba volviendo a salir de la cama, verlo podría ser simplemente devastador.

                Cuando hubo llenado la tina se metió en ella lentamente. Observó sus pies, sus piernas, sus caderas, su abdomen, sus senos y sus brazos. Toda ella había sido rechazada por Alfredo. Su cuerpo, que antes fue de él de una forma tan especial ahora yacía ahí, lejos... sintiendo añoranza por alguien tan ajeno ¿No fue nada para ti tener mi cuerpo? Se preguntaba Andrea mientras jabonaba sus piernas y recordaba cuando era él quién lo hacía. Parecía que ya no existía espacio ni acción que pudiera suceder sin atraer recuerdos estrepitosos de una relación que acabó tan prematuramente.

                Andrea llenó sus pulmones de aire y se hundió lo más que pudo en la bañera. Quizás debía verlo para salir de dudas, para descubrir si su corazón roto aún latía por él o el daño había sido demasiado profundo... pero ¿de qué hablarían? ¿Podría verlo sin llorar? ¿Debería fingir que todo estaba bien? No podía hacer eso, no podía hacer nada. Andrea volvió a la superficie con una convicción: Alfredo no quería verla, solo lo dijo para solucionar el problema de la tienda... en realidad a Alfredo no le importaba nada que no fuera él y sus problemas. No había más que pensar. No lo vería, no valía la pena.

- Andrea ¿puedo entrar?
- ¿Qué quieres An? Me estoy bañando
- Solo quiero hablar un rato...
- Pero me estoy bañando...
- No quería decirte esas cosas feas... es solo que... 
- Está bien An, no importa.
- No quiero que sigas amando a ese imbécil 
- Yo tampoco quiero An, pero hay cosas que uno no controla
 Pero es que... ¿qué esperas? ¿quieres volver con ese cabrón, después de todo lo que te hizo?
 ...
- ¿Es eso?
 No... no lo sé...
- ¡No lo puedo creer!
- Después hablamos...


                ¿Qué quería Andrea? En realidad lo amaba, era un hecho, pero... ¿implicaba eso querer estar con él? Andrea pensó en las últimas semanas, en el infierno que había vivido, amaba a Alfredo, pero ¿podría estar con alguien que la había destrozado de esa forma? ¿Valía la pena estar con alguien capaz de hacerla pasar por eso? No lo sabía... y en realidad dudaba de que era más fuerte ¿Qué sentiría si viera a Alfredo de nuevo? ¿Vería al hombre que amaba o al hombre que la había arrojado al abismo?


Voy a ser fuerte.




sábado, 17 de agosto de 2013

                 Y así, pensando en la nada, de pronto me di cuenta de un miedo nuevo en el inventario. Uno que superaba con creces a todos los demás y se había instalado en mi corazón mientras abría las ventanas aquella noche con sabor a mar;Tengo miedo de ti y tu capacidad de destrozarme, tengo miedo de mí y el deseo que me envuelve... porque ahora eres mi muerte, y te deseo y te temo con la misma intensidad.
                Puedo sentir tus uñas haciendo caminos de sangre en mi piel,  puedo saborear el veneno de tus labios y verte atravesando mi corazón mientras sonríes sin consideración. Te veo haciendo estallar mi cabeza con los ecos añejos de esas palabras insulsas, halándome a la locura una vez más, empujándome al abismo sin piedad.
                En un solo movimiento podrías arrebatarme tan exquisitamente las ansias de vida y darme a la vez ganas de más.


Eres mi paradoja más preciada. Mi miedo más profundo.


jueves, 15 de agosto de 2013

Hoy volví a preguntarme por qué no me mataste...

No sé bien cuánto tiempo más podré seguir siendo este títere vacío. El frio comienza a crecerme bajo la piel y las mariposas ya no están conmigo, todas huyen. Yo las insto.  Si pudiera también me dejaría atrás; a mí y todas las esperanzas vanas, a mí y todas las ruinas de ilusión, a mí y a todo este amor que es tuyo...
Que ya no quieres.

Tengo las ansias perversas de volver a tus labios, no porque espere aún tu deseo, sino porque sé que el roce efímero de tus manos y el espacio absoluto que le seguiría, es lo único lo suficientemente fuerte para empujarme de nuevo al abismo

Y esta vez acabar conmigo.


miércoles, 14 de agosto de 2013

Tengo la atmósfera de pasado penetrándome la piel, la vida se me sale por los ojos y la muerte se me mete por los poros. La emoción de ayer parece hoy más viva que nunca.  El reflejo desteñido del espejo se ríe y llora al mismo tiempo “soy tu” grita sin mover los labios. Y lo sé... está ahí, siempre ha estado... contenido bajo la normalidad de esta piel muerta, justo detrás del iris mentiroso, aguardando su momento de entrar en escena, de volver a ser.



domingo, 4 de agosto de 2013

IV

-         - Lo siento Alfredo, no creo que sea buena idea
-          -Por favor, en realidad no te lo pediría si no lo necesitara

      Ana, que escuchaba toda la conversación a un lado de Andrea, le arrebató el teléfono de las manos y se dirigió a Alfredo
-          
            - Escúchame bien Alfredo. No tienes ningún derecho a hablarle a Andrea para pedirle nada. La dejaste sola y no te has preocupado de ella en semanas a pesar de que sabes lo sola que está aquí ¿quién te crees que eres para venir ahora a pedirle favores?  Ni siquiera le preguntaste como estaba eres un…
-         - ¿Qué… quién eres? Este tema no es de tu incumbencia. Pásame con Andrea
-          -Claro que es de mi incumbencia Andrea es mi amiga y soy yo la que la ha visto sufrir, tú no has asomado ni la nariz para saber cómo estaba, si podías ayudarla en algo, eres un cabrón Alfredo

      Andrea estaba estupefacta, no sabía qué hacer. Nunca se imaginó una reacción así de Ana y menos aún contra Alfredo. La escena la perturbaba; su amiga peleando con el hombre que ella amaba y por su causa ¿Qué hacer? Sentía que debía parar eso pero al mismo tiempo tenía una sensación especial, de sentirse protegida. Ana solo quería cuidarla.
-         
       -An, déjalo –pidió Andrea con suavidad.
-           - Pero Andrea
-           - Yo hablaré con él

       Ana pasó el teléfono de mala gana y se quedó mirando profunda y enfadadamente a Andrea, atenta a la continuación de la conversación

-          - Alfredo, lo siento no quiero ir a la tienda
-          - ¿Estás bien Andrea? ¿Quién era ella?
-          - Es Ana, mi amiga de la universidad
-          - ¿tú crees todo lo que ella me dijo?
-          - Alfredo, espero que logres solucionar tu problema en la tienda. Pero de verdad no creo que sea una buena idea que yo vaya
-          - Me odias ¿no es cierto?
-          - No te odio Alfredo. Suerte con lo de la tienda
-          - ¡Andrea! Espera ¿podemos hablar?
-          -Ya me debo ir. Adiós.

        La proposición de Alfredo revolvió todos los pensamientos de Andrea ¿quería verlo? Ana la miraba furiosa

-          - No puedo creer que seas tan suave con ese imbécil
-          - Es él el que no me ama Andrea, yo lo amo aunque no quiera y no puedo tratarlo mal.
-          - No tienes respeto por ti misma, por tu dolor. Todo lo que te hizo
-          - No quiero hablar de eso Ana. Me voy a bañar.

        En realidad Andrea solo quería salir de esa situación. No quería pensar. ¿Qué fue todo lo que le hizo Alfredo en realidad? No era su culpa no amarla. Quizás solo si… solo si no la hubiese dejado tan sola aquí…


sábado, 3 de agosto de 2013

Te presiento.
Cerca. A punto de llegar, a tres instantes de rodearme y no dejarme escapar.
Siento de a poco como llegas a mí y penetras lentamente como el frío matinal. 
No quiero mirarte, no quiero aceptar que has vuelto.
Estoy cansada. 
Vuelves... siempre vuelves.
Por más paredes que construya, por más esfuerzos que haga, siempre llegas aquí, 
a acariciarme el pelo y casi cantando recordármelo:

 Se ha acabado.


Estoy en la micro, de pie, dando la espalda a todos, pegada al vidrio intentando dilucidar la delgada y difusa línea que separa el smog del celeste del cielo. Veo un chico andando en bicicleta. Me distraigo, quisiera andar en bicicleta, quisiera saber hacerlo, quisiera… quisiera que no hubiese esmog y el celeste del cielo durara para siempre. Me pregunto ¿yo respiro de esa nube café grisácea? La respuesta no me gusta. Vuelvo a ver al chico de la bici, veo un letrero de una construcción mal ubicado, me pregunto quién dio la orden de ponerlo ahí ¿desde que perspectiva tomó esa mala decisión?
De pronto un olor nauseabundo me alcanza, la fetidez es horrible, mis ojos comienzan a lagrimear ¿Qué es? Intento dilucidar qué cosa que esté dentro de una micro puede oler tan mal ¿pescado descompuesto? Es asqueroso, dejo de mirar por la ventana comienzo a mirar a mi alrededor ¿de dónde viene ese olor? Las personas que tengo cerca también lo sienten, no se preocupan en disimular el desagrado que les provoca, veo las caras de asco de todos, las expresiones de horror, permanezco neutra ¿Qué es ese olor? De pronto una señora que va sentada le comenta a su amiga “que asqueroso” mientras mira fijo en una dirección; a mis espaldas. No podía ser de otro modo, todos saben lo que es menos yo.
No quiero ser evidente, no quiero darme vueltas apresuradamente y ver algo terrible ¿Qué puede oler tan mal dentro de una micro? La micro para, la gente se mueve y el origen del olor se desplaza hasta la puerta: un vagabundo.  Lo miro; tímido, asustado, destrozado. De inmediato se me rompe el corazón; recuerdo las caras de asco que vi hace unos segundos, recuerdo los comentarios despiadados y de pronto entiendo que todo lo que yo viví lo vivía él también. Que vio esos rostros, que escuchó esas palabras, que siente el rechazo, que no quiere estar ahí. Lo siento, lo siento tanto. Veo sus zapatos rotos, su ropa sucia, su mirada triste y quisiera disculparme con él, quisiera decirle que lamento todo, que me perdone, que nos perdone. Pienso un momento como habrá llegado a ese momento, dónde está su familia, dónde está su vida, qué fue de sus sueños. El hombre baja la mirada, sabe demasiado bien lo que provoca, no quiere más caras de asco en sus pupilas, toca el timbre, baja lento y no mira atrás ¿por qué habría de hacerlo? Se pierde en el horizonte mientras la micro se aleja, escucho los comentarios de las personas; ¿lo viste? ¡Qué asco! ¡Abran las ventanas! Que se vaya el olor, que se borre la imagen, que no quede recuerdo… acaba de acabar algo que nunca sucedió

Llega mi parada, me bajo de la micro presintiendo con tristeza que acabo de ver la indolencia de las personas con las que comparto mundo.


jueves, 1 de agosto de 2013

III


Cuando Andrea despertó por la mañana se sintió avergonzada. Nunca hubiese querido que alguien la viera así, nunca hubiese esperado mostrarse tan vulnerable ante alguien más que Alfredo. Rememoraba la escena y automáticamente se tapaba con las frazadas ¿cómo no pude controlarme? ¿Cómo olvidé que ella estaba aquí?

Andrea fue siempre una persona frágil, acostumbraba a llorar a escondidas por las noches, a ahogar sus sollozos entre los cojines y a excusarse torpemente por sus ojos hinchados y su voz quebradiza. Sí, era muy frágil pero no dejaba que nadie lo supiera, no quería mostrarse así y sentir el rechazo de los demás, no quería pensar “ellos saben cómo sufro y aun así no están aquí cuando los necesito”. Ocultarse era una forma de disculpar las ausencias que marcaron su vida. No era culpa de ellos no estar ahí; ellos no sabían.

Escuchó que Ana subía las escaleras e instantáneamente se hizo la dormida. No quería que la viera, no quería verla, no quería percibir el rechazo en sus ojos y mucho menos la lástima. Cuando Ana entró a la habitación preguntó si estaba dormida, pero no obtuvo respuesta. Se acercó a la cama lentamente y se acostó a un lado para acariciarle el pelo.

-Sé fuerte Andrea- le decía- sé fuerte.

Andrea contuvo sus ganas de estallar en llanto y Ana rodeó su cintura suavemente mientras se acomodaba en la cama. “Sé fuerte” repitió una vez más antes de quedarse dormida abrazándola.

Se sentía tan bien, era tan cálido… dormir con Ana abrazada daba la sensación de que el mundo iba bien, que no había que temer. Andrea se durmió con lágrimas corriendo por sus mejillas. No quería que el mundo siguiera, no quería que esa seguridad acabara…

Horas más tarde un celular las despertó. Era Alfredo, había tenido problemas con un proveedor de la tienda y necesitaba que Andrea le ayudara con las cosas. Ella sabía como funcionaba todo, cuando estaba con Alfredo pasaban tardes enteras allí y aprendió rápidamente el manejo del lugar
 Está todo de locos aquí. Estoy a punto de colapsar Andrea
 Lo siento
- Lo peor es que tengo que solucionar lo de los proveedores en persona… por eso quería saber si podías venir y ayudarme un poco aquí…

domingo, 28 de julio de 2013

Cartas

Me detengo. El viento mueve suavemente mi cortina y me hace recordar veranos ancestrales dónde ese movimiento a veces tenue, a veces compulsivo se convertía en un hipnótico placer para mis ojos de niño. Hoy el día es gris, pero estoy tranquilo. Quisiera dormir en tu regazo, mientras escucho el mar.
Sufro amada mía, pero estoy tranquilo. Quisiera que estuvieras aquí; las calles de Francia son encantadoras aun cuando el día es gris y el alma pesa. Pero tienen ese nostálgico vacío de ti que no logro llenar con nada. Mi corazón aún no se recupera de lo que me hiciste, pero te amo. Aún te amo y sufro infinitamente por hacerlo. ¿Dónde estarás ahora mi amada? El tedio es insoportable, la vida liviana, liviana como una pluma que cae desde lo alto del cielo... Así está mi vida ahora, tranquila pero en declive.
He superado ya las agónicas noches en que despertaba buscándote con desesperación en mi cama, he superado los llantos a gritos, las noches de copas intentando olvidarte, e incluso he sobrevivido a esos días mortíferos en que no existía nada más seductor que una bala en la cien.  Pero a este vacío de vida, a esta ausencia doliente de ti… no sé si lo consiga.
¿Recuerdas cuando me pedías ir a la playa por unos días? Pedías tan poco pequeña y  sin embargo nunca cumplí y hoy me arrepiento de haberte dejado para después, me arrepiento de haberte besado menos que todo lo que mis labios demandaban de haberte dejado sola tantas noches en invierno ¿podrás algún día perdonarme? Yo no sé si podré perdonarme a mí.
El sol ha resultado esquivo todos los días de mi estancia, siento que el cielo está triste conmigo por tu partir. Quisiera dormir ahora y despertar entre tus brazos, ver tus ojos de menta y besarte hasta que prometas nunca hacerme esto, nunca irte. No me importa que no sepas qué es el amor ¿quién lo sabe? Quédate, descúbrelo conmigo… quédate amor y abrázame no dejes que las pesadillas vengan por mí, no dejes que me convierta en el triste noctambulo que presiento, no dejes que vaya a cumplir sueños sin ti, porque este vacío es agobiante, porque este amor solitario me pesa, porque este corazón herido necesita de tus besos para sobrevivir.

Escríbeme, solo escríbeme, dame la esperanza que necesito para seguir levantándome cada mañana. Te esperare amor o viajaré contigo, estaré ahí dónde tú quieras a la hora que haga falta, pero ven amor, vuelve conmigo.

miércoles, 24 de julio de 2013

II

¿Cuántos siglos habían pasado desde entonces? No estaba segura. A penas recordaba lo que era sonreír, intuía vagamente que hubo tiempos mejores pero la actualidad se presentaba irremediablemente vacía y parecía que la vida hubiese sido siempre así. Andrea se acostumbraba muy rápido a la tristeza.
En realidad solo había pasado una semana desde el quiebre con Alfredo, pero la profundidad de su dolor era tal que sobrevivir a la agonía de un día se sentía como cargar con un año de amargura. Claro, nadie más lo sabía. La amistad que Alfredo había ofrecido se diluyó paulatinamente quedando solo vagas palabras un par de veces a la semana. Nunca quiso saber mucho de ella, pero debía mostrar interés para reducir la culpa de haberle roto el corazón. Alfredo estaba demasiado ocupado con sus problemas y las cosas de la nueva tienda, no había espacio para escuchar las tristezas de una niña.
Para la segunda semana la situación se hizo insoportable;  Andrea dejó de comer y de salir, no se levantaba de la cama, no hacía nada más que llorar y dormir. Su cuerpo se fue debilitando de a poco; estaba pálida y fría todo el día, en la noche llegaba la fiebre y pensamientos delirantes comenzaban a asediarla; escuchaba voces que le decían que era mala, que nadie la quería, que no merecía nada. Otras veces escuchaba pasos como los de Alfredo u olores que le recordaban a él, así en medio de la fiebre comenzaba a repetir su nombre como buscándolo, pero nunca lo encontró. En medio de la noche despertaba preguntando en medio de lágrimas ¿por qué? ¿Por qué me hiciste eso? ¿Por qué no me mataste? La muerte, entre todo su tormento, aparecía entonces como una solución que se llevaría consigo el agónico pasar de los últimos días
El día miércoles alguien tocó su puerta, con algo de esfuerzo se levantó para abrir. La figura que reflejaba el espejo de la entrada parecía no corresponder con como ella se recordaba,  se dio cuenta de lo pequeños que estaban sus ojos y abrió la puerta con la extrañeza de no reconocerse.  En el umbral estaba Ana, con las manos cargadas de bolsas de súper mercado y dejando en claro que le debía un gran favor:
-          ¡Me debes una grande Andrea!
-          ¿Qué pasó?
-          ¿Qué pasó? ¡Mírate! Has faltado una semana a clases y parece que esta semana tampoco tienes pensado ir
-          No…
-          Pues yo he decidido que al menos debes comer –dijo levantando las bolsas.
-          Estoy comiendo
-          Claro que no, mírate.
-          Tengo los ojos pequeños… no me quiero ver
-          Me he ido de la casa.
-          ¿Por qué?
-          No les ha parecido bien que esté embarazada
-          ¿¡Estás embarazada?!
-          Tres meses
-          ¿y Rodrigo?
-          No sé de él desde el Sábado
-          ¿va a saber?
-          No lo sé
-          ¿Helado de chocolate y una película para llorar?
-          Por favor
Andrea conocía a Ana desde hace poco. Tuvieron un semestre intenso trabajando juntas en casi todos sus ramos y se hicieron buenas compañeras. Era una buena persona pero algo egocéntrica, por algún motivo estaba convencida de que todo en la vida tenía que ver con ella; para bien y para mal. Cuando Andrea desapareció de clases se creó la insensata idea de que no la quería ver más y por eso no iba. La llamó una noche preguntando por que ya no quería ser su amiga, ahí se enteró del quiebre con Alfredo. Comprendía muy bien ese dolor: quién ella creía era el amor de su vida se fue de viaje a Brasil por dos semanas… y habiendo pasado más de un mes no parecía querer volver, Ana intuía que no lo volvería a ver.
Ana Luz era fuerte, tenía todo lo que a Andrea le faltaba; personalidad, fortaleza, extroversión. Quizás por eso cuando estaban juntas Andrea intentaba ser fuerte, no quería que la viera llorar, no quería que la viera triste, como siempre no quería que nadie viera sus tormentos, porque el único que los conoció salió huyendo.
Comieron helado, vieron una película y pidieron una pizza. No querían hablar, las dos estaban sufriendo, las dos estaban solas en esa ciudad tan vacía, sabían que nada las haría sentirse mejor, sentían lo extraño que era seguir vivas con el corazón roto. No eran las mejores amigas, pero ahora la vida las unía en el dolor y la compañía en los momentos difíciles es siempre un bien preciado. Andrea estaba enferma, no es buena idea comer tanto después de tantos días sin probar bocado, Ana la acostó en su cama y le hizo un té de hierbas, luego se fue a dormir al sofá.
A las tres de la mañana Ana despertó con los gritos de Andrea, corrió a su pieza pero se paralizó en la puerta; Andrea abrazaba sus piernas y se hundía en un llanto desconsolado, gritaba y pedía clemencia, que por favor parara, que por favor la matara. Se llevaba las manos a la cabeza y gritaba aún más fuerte, parecía un dolor insondable. Ana sintió miedo pero corrió a abrazarla.
-          ¡Andrea! Andrea no pasa nada, estoy aquí, mírame…
-          No quiero más
-          ¿Qué no quieres más?
-          No quiero más –repetía extenuada.
-          Andrea estoy aquí, calma, todo va a pasar.

La presencia de Ana calmó un poco a Andrea que aún estaba confundida, no sabía si soñaba. Ana puso su cabeza en su regazo y comenzó a cantarle una canción. Andrea se durmió llorando.

Me gustaría poder explicarte lo difícil que me resulta hablar... Hablar y que me escuchen... Hablar y escuchar mi voz... Es como si al habl...